Se decía en mi remota infancia cuando a alguien se vestía con su traje dominguero y bien peinado para asistir a algún evento y se quedaba esperando porque ni evento ni explicación grande o chica se daban, que “lo dejaron con los crespos hechos”. Eso mismo pasó el martes anterior cuando el presidente Petro dejó metidas a las tropas formadas en la cancha de la principal Escuela de Cadetes de Colombia para realizar el cambio de mando de la cúpula militar y que las tropas reconocieran al presidente y a su ministro de Defensa. Cualquiera que hayan sido las razones para haberlos dejado metidos pueden ser válidas, hasta la ridícula de que no asistió por un dolor de estómago. Pero el hecho de que a 24 horas de haber sucedido el episodio no se hubiese dado una explicación creíble y apenas se sabe con certeza que se reprogramaría, ha puesto a pensar a los colombianos tan fundamentalmente maliciosos que algo debe estar pasando que no nos han dicho.
Las hipótesis entonces comienzan a surgir de acuerdo a la lectura que haga cada quien o cada grupo de asombrados o afectados. Los militares, que se quedaron vestidos y formados, tienen una lectura que en ningún momento puede ser agradable. La pueden haber tomado, entre otras, como una manera displicente de hacerles saber que ellos apenas son subalternos y que el presidente no les reconocerá su importancia como era tradicional. La prensa y las cámaras destacadas en el acto tamizaron el insuceso para no ofender al presidente por si acaso no hubiese llegado al acto por alguna enfermedad, pero dejaron abierto el campo para las especulaciones ya que juntan el mismo desaire que ya había tenido con los alcaldes, con este tan público y tan importante con los militares, generando obviamente una imagen muy negativa para el presidente a solo 10 días de haberse posesionado.
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La intranquilidad sobre las acciones reales del gobierno Petro es la que está aumentando precipitadamente
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Pero como ya lo había dicho yo aquí, es peligroso que en el fondo lo que pueda estar haciendo el presidente es estirar el resorte suicidamente para ver hasta donde resisten los militares el mal trato que les ha dado. Si los tuviera en otro concepto distinto al de que son unos flojos eternos que sacrifican honores y orgullos por no perder las pensión jubilatoria, no se habría dado el espectáculo del martes pasado. Todos hemos perdido entonces con este gesto inaudito del presidente Petro, porque precipita la desaparición de la confianza tanto frente a los colombianos que votaron por él como ante los que no lo hicieron. Pero lo peor es que la intranquilidad sobre las acciones reales de su gobierno es la que está aumentando precipitadamente y eso a nadie le conviene porque el gusano del pánico viene otra vez pierna arriba.