Por allá, en 2020, cuando empezaron Los Danieles, los domingos se volvieron interesantísimos; haber hecho rancho aparte del Boletín Corporativo de los Gilinski (Semana) por parte de Coronell y Compañía (así hubiera sido porque los echaron, no porque renunciaron) era muy emocionante. Ver a un dream team periodístico criticando la nulidad esa de Iván Duque, el peor presidente que se ha sentado en el Solio de Bolívar y su equipo de ministros y asesores aún más incompetentes que su jefe.
Y mientras Semana se ocupaba de limpiarle todas las cagadas a Duque (trabajo de 24 horas, 7 días a la semana, pero bien pago) el escenario era ideal para hacer crítica y denuncia periodística y Los Danieles supieron muy bien llenar ese espacio.
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Pero con el paso de los años les está pasando lo de la soledad del poder que sufren los presidentes cuando no saben qué hacer, no tenían a quién pedirle consejo de cómo seguir vigentes, porque creían y creen que no hay nadie por encima de ellos y acuden entonces a oírse a ellos mismos, a sus inmensos egos. Y ahí empieza la debacle.
Coronell tratando de ver cómo enjuicia a Uribe y a sus secuaces, y Vicky haciendo lo mismo, pero con funcionarios y ministros de Petro, parece que escribieran en una pizarra dos columnas, una con su nombre y la otra con el nombre del otro llevando la cuenta a ver quién tumba más poderosos.
—Ja, van a enjuiciar al abogado Cadena por mis denuncias —piensa Coronell —trágate esta, Vicky.
—Ah, ¿sí?, pues le voy a tumbar a Benedetti —piensa Vicky. Jaque mate, Daniel.
Y cuando les toca reseñar los logros del otro porque ya no les queda de otra, nunca lo hacen con nombre propio y dicen entonces: “ah, sí, la señora esa que publicó los audios”. Y ella: “El señor ese que está obsesionado con mi presidente Uribe”. Como cualquier pareja de divorciados que se odian a muerte y que se pelean por la custodia de los hijos, o sea todos nosotros.
Ahora pasemos a la columnista/abogada/periodista/feminista y madre: Ana Bejarano, que es todo lo anterior y al mismo tiempo nada. Denuncia sin dar nombres, opina, pero no salpica, es de una misandria (odio a los hombres) selectivo y soterrado, y desde una humildad que no se la cree ni ella misma, pero sí su ego. Le fascina decir que abandera causas probono (o sea hace de abogada gratis) para que todos digamos: “awww, qué valiente!
Por ejemplo, denunció un abuso sexual sistemático por parte de congresistas a mujeres en ese recinto, pero sin dar algún nombre de ningún congresista. Si le tiene miedo a que la demanden por eso, ¿para que estudió Derecho entonces? ¿Quién mejor que una abogada para defenderse legalmente? Pero eso sí, ofreció sus servicios probono a las víctimas: “awww”.
Defiende a muerte a Shakira, yo creo que sueña siendo su abogada defensora en el caso contra Piqué y diciéndole a un jurado: “Mi clienta ha sido víctima de un hombre blanco privilegiado, cisgénero, machito progre y sobre todo cachón, que la ha hecho sufrir lo indecible, y es cierto que ha evadido millones de euros al fisco español, pero todo ese sufrimiento debe colocarse en la balanza de la justicia y así veríamos que hasta le salimos a deber. Una mujer engañada no tiene precio, señor juez, declárenla inocente de cualquier cargo. Como dice su obra maestra: sus caderas no mienten. Ah, y de paso, que el asquerosito de Piqué se quede sin patrimonio y sin hijos”.
En una transmisión de YouTube dijo que era un acto “machista horrible” que Elon Musk y Zuckerberg anunciaran que se van a coger a trompadas en una jaula, ¿entonces todo el boxeo es un acto machista? Y cuando son dos mujeres boxeadoras ¿ahí sí no?
Yo me suscribiría a lo que sea para ver esa pelea, ah, el selectivismo de Ana. Sugerencia: por pura curiosidad coméntele a un campesino del Huila o Boyacá su teoría de las “Nuevas masculinidades frágiles” a ver qué cara le hacen (pago por ver).
Bejarano le habla al 2% de la población colombiana, es decir, la que tiene Twitter, para el 98% restante —Anita, lamento informarte—, eres una absoluta desconocida.
¿Y Samper Ospina? No hay mucho qué decir, es una caja destemplada de chistecitos políticos pendejos, de juegos de palabras de Sábados Felices. Le encanta que le digan ‘payaso’, pero es que en ese gremio hay estratos, siendo el más bajo Pernito y Tuerquita, y Ospina está como 100 kilómetros por debajo de ellos.
En una transmisión de YouTube entrevistaron a una investigadora que escribió un libro sobre los clanes políticos de la costa y como la editorial Planeta se negó a publicarlo por miedo a posteriores demandas, me acordé entonces que Samper Ospina contó hace unos meses con bombos y platillos que su hermana emprendió una editorial y estaba buscando escritores para publicarles… pues ahí está el libro perfecto para su impresión, pero en toda la transmisión le alabaron su valentía de dientes para afuera, pero nunca el ofrecimiento de publicación. Si les tienen miedo a futuras demandas, ahí está Ana ¿no? Aprovechen que ella trabaja probono.
El patriarca Samper Pizano aplica la misma alcahuetería con Los Danieles que con su hermano Ernesto cuando se resistía a que lo bajaran de la presidencia: perdonar, excusar, apoyar todas las babosadas de su hijo, pero es el que mejor escribe de todos.
Como dice Chat GPT, en resumen, Los Danieles siempre encuentran la manera de escribir sobre lo mismo con diferentes palabras, pero es la repetición de la repetidera; es una oda a ellos mismos todo el tiempo, no importa el tema, puede ser la receta de un sándwich de jamón y queso, pero nos quieren hacen ver todo el tiempo que lo importante es que ELLOS lo escriben, no la noticia per se.
No me extrañaría si próximamente, antes de una noticia ponen una sirena roja de ambulancia y un “¡Urgente! ¡Escandaloso!”, tal como Vickycita lo hace.
Los Danieles se han convertido en un periodismo casi megalómano, se les infla y se les eleva ese ego a alturas de globo meteorológico chino cuando se ven en el Top 10 de tendencias en Twitter, y entonces a nosotros nos toca pensar o decir, después de leerlos o verlos cada domingo: “Wow, ¡qué inteligentes!” ¡¡Naaahh, suerte!!
Antonio Caballero: ¿por qué te moriste?, carajo, haces mucha falta.