El cuento de este especial de cuentos de nuestra revista víacuarenta, en este nuevo número doble, es que desde varios números atrás nos habíamos planteado el propósito de dedicarle números monográficos a la literatura del Caribe colombiano en los géneros de poesía, crónica, cuento y ensayo. Y surgió esta idea luego de dedicarle a nuestros poetas dos interesantes dossiers en los números siete y ocho, respectivamente, titulados Poesía colombiana desde el Caribe, para luego dedicarle entonces dos entregas especiales, ya monográficas, a sendas memorias del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío, en sus números 9-10 y 20-21.
También publicamos el especial de crónica que recogió importantes aportes de los más destacados escritores de este género en nuestra región en el número 13-14; y ahora corresponde el turno del cuento, en un número en el que hemos logrado reunir un compendio extraordinario de narradores colombianos del Caribe que esperamos represente un amplio panorama de nuestra cuentística.
Siempre se ha dicho que el Caribe tiene una fundamental e indiscutible vocación narradora, y no hay duda que los procesos institucionales de los talleres de Relata, las convocatorias regionales de estímulos, y concursos tan tentadores, como el nacional de cuentos de la Fundación La Cueva, han estimulado positivamente esta pulsión caribeña de contar historias.
Las respuestas a todos estos estímulos, tal como se dan, con sus altos y bajos, hablan elocuentemente, no sé si del deseo secreto o expreso de hacerse un escritor con una clara conciencia para dedicarse a este género, como un proyecto creativo serio; si es en razón de esas irrefrenables ganas de contar la problematizada vida del país; o si, tal vez, ello obedece al deseo, nada censurable, de alzarse con un premio en metálico como el que cada año ofrece el concurso de La Cueva, por ejemplo.
Las tres probables razones me parece que encajan claramente en una dinámica planteada entre literatura y realidad que no es ajena a los fenómenos del cuento colombiano y a los de un marco más general en el que se mueve el cuento hispanoamericano, siendo uno de los géneros que más literatura ha generado acerca de su historia, manifestaciones, contextos, características, estilos, corrientes, manuales, decálogos y tipologías, entre otros abordajes.
Alguien comentaba la asombrosa estadística que registraba la cifra de 1302 antologías de cuentos hispanoamericanos de acuerdo con un estudio realizado por el investigador norteamericano Daniel Balderston, un experto en Borges y profesor de literaturas hispánicas de la Universidad de Pittsburg, en un ensayo titulado El cuento latinoamericano: una guía anotada de antologías y crítica. Un volumen que nos informa, a las claras, sobre lo que puede considerarse como una tradición de la cultura literaria hispanoamericana.
En lo que a Colombia concierne, para la investigadora y crítica literaria colombiana Luz Mary Giraldo, en un ensayo titulado El Cuento Colombiano: un género renovado, dice que “debemos reconocer que aunque Colombia se ha distinguido como ‘Tierra de poetas’, al aproximarse la década del setenta, su literatura ha afianzado la conciencia de la escritura en el contar, relatar y narrar propios del cuento y de la novela. Desde diversas sensibilidades y tonos, centenares de novelas y cuentos se han abierto camino mediante experimentaciones verbales y estructurales, logrando renovaciones en las formas tradicionales y exploraciones en la multiplicidad temática y emocional que ofrece la vida cotidiana contemporánea. Así, se registran distintas tendencias en la producción y composición de cuento y novela de los últimos lustros, confirmando la coexistencia de narrativa epistolar, testimonial, histórica, fantástica, policíaca, de ciencia-ficción, hipertextual, de orden erótico, marginal y de inmigrantes, de tono paródico, escéptico y desencantado, entra otras, alimentadas por los imaginarios que ofrece la vida en la ciudad.”
Esta edición especial de víacuarenta recoge 32 textos de autores de cuatro generaciones diferentes: desde Ramón Bacca, Antonio Mora Vélez, Ramón Molinares, Julio Olaciregui y Pepe Enciso; Pedro Badrán, Beatriz Vanegas Athías, Cristina Duncan y Clinton Ramírez; J.J. Junieles, Efraím Medina, Carlos Polo y Paul Brito; hasta Claudia Lama, John Better, Fabián Buelvas y Kirvin Larios, entre otros. Es decir, autores nacidos a finales de los años 40 hasta algunos nacidos a finales de los 90.
El problema es que la ambición de esta edición se salió de los cauces que podía contener un paginaje manejable, y nos ha obligado a planear entonces dos entregas de este especial, en el que caben los relatos inicialmente reunidos para uno solo de los números, pero que ahora se reparten organizados sin una rigurosa cronología, y sin criterios jerárquicos, en dos entregas: ésta que el amable lector tiene ahora en sus manos; y la otra que será publicada en el número siguiente, en el que estarán nombres como los de Walter Fernández Antonio Silvera, Adriana Rosas, Alfredo Baldovino, Clarita Spitz, Nora Carbonell, Boris Oyola, Jaime Manrique Ardila, Yesid Torres, Rodolfo Lara, entre otros.
Una muestra en dos partes en las que, de seguro, queda redondeado un universo narrativo que nos cuenta cómo hemos sido, cómo somos y cómo quisiéramos o no ser, desde el insospechado mundo del cuento.