Adolf Hitler dijo alguna vez: “La guerra es como abrir la puerta de un cuarto oscuro: nunca se sabe qué nos espera”. Estamos en el terreno de la incertidumbre total, por eso cito al más siniestro payaso que la humanidad haya conocido. Pero el circo actual cuenta con otros payasos enfermos de egolatría, y al parecer indiferentes al bien común de nuestra especie y de todas las especies que habitan nuestro hermoso planeta azul.
He aquí los sinvergüenzas: un viejito aquejado de obnubilaciones mentales, por lo que exhibe un afán protagónico en el eclipse de un imperio desgastado. Allende el mar un megalómano con ínfulas de Gengis Kan o de un Napoleón Bonaparte. Después un enigma amarillo, agazapado esperando el desarrollo de los acontecimientos: pase lo que pase, suceda lo que suceda esta crisis constituye su gran oportunidad. Y por último, un infaltable invitado que hace un par de días inauguró los fuegos pirotécnicos en el Pacífico con un par de misiles que alarmaron a surcoreanos y japoneses.
En fin, Estados Unidos, Rusia, China y Corea del Norte. No me pida el lector indiscreto que tome partido dada esta coyuntura en Ucrania. Esa guerra no es mía. La guerra es el esplendor de la estupidez humana, el fracaso del uso de la razón, en esencia: la negación del espíritu fraternal y gregario. En efecto, todas las guerras sacan a relucir lo peor del homo sapiens, de ese primate que jamás debió bajar de los árboles y caminar erguido tan solo para imponer a punta de garrote, espada y fuego su ambición y soberbia infinitas.
Mi partido es la libertad, la vida, los derechos del individuo ante la amenaza del totalitarismo de cualquier bandera o régimen. En otro orden de ideas, me veo obligado a usar un lenguaje tejido a punta de verbos en condicional y subjuntivo porque connotan lo factible. Lo más seguro ocurra en cualquier momento, pero todavía pertenece a lo hipotético.
El mayor peligro es que los citados ególatras han heredado un arsenal bélico, armas de destrucción masiva que ninguna potencia quiere desactivar. Es asunto de ego y solo ego, no permiten que la maquinaria pesada se oxide ni se vislumbra la más mínima promesa de permitir que la pólvora se moje.
Por otra parte, las señales indican que Estados Unidos está bajo presión, pues debe exhibir su liderazgo y poderío ante sus aliados europeos. Desde hace años le están midiendo el aceite. Sus enemigos parecen imponerse el lema: es ahora o nunca.
A continuación, mis conjeturas en el actual entorno de diplomacia fallida y de amenazas verbales que presagian acontecimientos y conflagraciones:
1. Las tensiones irán in crescendo. Las guerras comienzan en el lenguaje y terminan en los campos de batalla. Parece ser que vienen en camino las provocaciones.
2. Si de alguna barricada de la insensatez se abriera fuego, la guerra se exportaría a sitios estratégicos del Orbe: Medio Oriente, el Pacífico, el eje colombo-venezolano, etcétera.
3. China podría asumir la postura de “solución final” respecto a Taiwán. Hace rato el pan se quema en la puerta del horno.
4. Colombia que está ad portas de elecciones presidenciales tendría elecciones atípicas, de tenerlas. Efectivamente, la guerra abre posibilidades insospechadas y casi siempre oscuras.
Ruego al Cielo que mis conjeturas y presagios no se cumplan. Que prime la sensatez, la vida y el derecho de todas las naciones a vivir en paz.
Posdata: al lector investigador o curioso le recomiendo un texto que publiqué hace un par de años en Las2orillas: “Informe confidencial sobre la Tercera Guerra Mundial”.
Pero la guerra en sentido estricto, es decir, con todos los juguetes, por ejemplo el uso de ojivas nucleares, etcétera, es algo que no conocemos y sería el principio del fin.
Parece que estamos en la antesala.