Los crímenes atroces de la iglesia católica

Los crímenes atroces de la iglesia católica

“Si eres un niño pobre y un cura te presta atención, te sientes especial ¿Y cómo se dice no a Dios?” (Película Spotlight)"

Por: Carlos Julio Martínez Támara
febrero 28, 2017
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Los crímenes atroces de la iglesia católica
Foto: Archivo eltiempo.com

 

La historia de la iglesia católica tiene todos los tintes para catalogarla como protagonista de los capítulos mas terroríficos y sangrientos de la humanidad. En principio, su razón de ser se fundamenta en unos hechos extraordinariamente fantásticos de los que sobresale el mito de una mujer que fue embarazada por un espíritu. Una bíblica narración que, indudablemente, es una copia de la mitología griega adaptada al cristianismo.

Para la Grecia antigua, el dios Zeus se transformó en un cisne y fecundó a Leda quien quedó embarazada de sus dos hijos: Pólux y Helena de Troya. Este relato posteriormente fue incorporado al cristianismo, sin embargo, ya no se trataba de un cisne sino de una paloma o un espíritu quien embarazaba a una mujer, a María. Cosa muy respetable, pero a todas luces una historia descabellada para la ciencia y hasta para las demás religiones ‘monoteístas’.

Todo parte de un mito, sin embargo, la tradición de sangre del catolicismo comienza desde el mismo instante en que el emperador romano Teodosio, en el año 380 de la era común, convierte al cristianismo en la religión oficial de Roma. Inmediatamente de la promulgación del Edicto de Tesalónica, la Iglesia cristiana y sus hordas de creyentes atacaron a quienes consideraban paganos, destruyeron sus templos y asesinaron a sus sacerdotes. Los cristianos pasaron, paradójicamente, de perseguidos a perseguidores.

Posteriormente, llegaron las cruzadas. Expediciones militares que estuvieron bajo la dirección del papado, a cuyo paso quedaban pueblos destruidos y la muerte de quienes profesaban otras religiones, principalmente el Islam. Luego vino la Santa Inquisición y con ella el crimen de miles de personas condenadas a la hoguera sin posibilidad de defensa bajo la acusación de herejía. No sin antes ser torturadas y despojadas de todos sus bienes.

La lista de abusos, de infracciones   a la vida y a los derechos humanos cometidos por esta institución es larga, tanto como su capacidad de mentir y de hipnotizar con mitos a la feligresía. Consciente de ello, dejaré aquí el tema histórico y pasaré al presente para referirme a los atroces casos de pederastia que se han conocido recientemente en el país.

Si bien, es cierto, que las violaciones a los niños provienen de diversos perpetradores, lo es también el hecho que aquellos actos execrables cometidos por los sacerdotes son los más despreciables y los que más rechazo generan en la sociedad. Y es que no es para menos, puesto que su función es servir de intermediario entre los creyentes y la divinidad que estos adoran, llevar una vida desinteresada y caracterizada por la generosidad hacia el prójimo, entre otras virtudes. Estas condiciones dejan en completa vulnerabilidad a los padres de familia pues confían plenamente en la curia, sin llegar jamás a imaginar que detrás de muchas sotanas se esconden verdaderos monstruos.

En el presente, la Iglesia católica está en el ojo del huracán en materia de crímenes sexuales cometidos por sus clérigos. Sus templos y seminarios están llenos de cientos de curas homosexuales soterrados que a falta de salir del clóset y buscar pareja desatan sus reprimidas efervescencias en la humanidad de los niños. De acuerdo al periodista y escritor español Pepe Rodríguez, en su libro Pederastia en la Iglesia católica, estos abusos son cometidos bajo la mirada complaciente del propio gobierno vaticano, de los obispos, del Código de Derecho Canónico y hasta de los cardenales quienes practican el mas canalla de los delitos: el encubrimiento.

En Cali, en 2010, el sacerdote católico William de Jesús Mazo — párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, del barrio Alfonso Bonilla Aragón— fue capturado por abusar sexualmente de cuatro niños. Sus aberrantes violaciones ocurrieron en 2009, pero solo hasta un año después el religioso Mazo fue denunciado por la madre de uno de los menores quien contó, además, que el cura pedófilo pidió silencio a cambio de dinero y regalos. Por fortuna la Justicia colombiana actuó como debe ser y lo condenó a 33 años de prisión.

La historia no termina ahí. Monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, a través de un comunicado, manifestó que no existe, por este caso, ninguna sentencia judicial en contra de la Arquidiócesis de Cali que la responsabilice civilmente, y que por tal razón existe la presunción de inocencia. Esto es una clara manifestación de que la Iglesia católica no está dispuesta a indemnizar a las victimas del padre Mazo.

Pero, para monseñor Monsalve y su abogado Walter Collazos —quien se mantiene en la tesis de que hubo culpabilidad de los padres de familia por el abuso sexual cometido contra los cuatro menores— la mala noticia es que la Corte Suprema de Justicia, tras un histórico fallo, determinó que la Iglesia católica sí es responsable por los actos de pederastia realizados por sacerdotes en el país.

El pronunciamiento de la corte lo hizo en el caso del clérigo Luis Enrique Duque Valencia, párroco de la iglesia San Antonio de Padua, adscrita a la Diócesis de Líbano – Honda, en el Tolima. Este depravado fue condenado en 2009, afortunadamente, a 18 años de prisión por violar a dos niños de 7 y 8 años respectivamente, y la Iglesia católica fue sancionada a pagar una millonaria suma de dinero que pasó los 1.000 millones de pesos.  Así, monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, que por mas artimañas jurídicas que usted, a través de su abogado, intente hacer para evadir la responsabilidad de la iglesia, finalmente tendrá que indemnizar las victimas.

Lastimosamente ningún dinero del mundo repara el daño sicológico y las lesiones físicas producidas en los menores los abusos cometidos por sacerdotes pedófilos, cuyas conductas son catalogadas absurdamente como ‘pecados secretos’ en las leyes canónicas. Las que proponen procedimientos tendientes a evitar el escándalo, a proteger a la iglesia y a sancionar al pecador, en muchos casos cambiándolo de parroquia, de diócesis y hasta de país. Un país en el que los católicos desconocen el pasado y el oscuro presente de una institución absolutamente perversa, y con un papa que pese a todos sus esfuerzos no podrá enderezarla en su torcido camino.

 

 

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