Una noche estrellada, silencio absoluto que solo se rompe con el canto de pájaros de colores, una pequeña rana de un verde intenso que aparece en el pasillo, aire limpio, dulce, -el dulce del oxígeno- me explicó una vez un ecologista. Todas estas pequeñas fotografías hacen parte de la vida en el campo.
Es una vida ideal para muchos, alejarse de la ciudad, empezar a perder la línea de carros, adentrarse en las montañas, en medio de la soledad y a veces de la bruma. Atardeceres y amaneceres de colores, desde el ámbar hasta el naranja intenso, como regalitos de Dios.
Desde la pandemia, mi esposa y yo empezamos a pensar en irnos para el campo, teníamos varios perritos que empezaban a causar molestias a los vecinos de los apartamentos vecinos y queríamos iniciar un negocio poco comprendido: un criadero de perros puros, de la raza Rottweiler.
Empecé a buscar una casa campestre en la Sabana de Bogotá, que estuviera equidistante de los trabajos de ambos. Hacía varios años habíamos huido de la capital a un pueblo, pero las fauces de la ciudad nos perseguían y queríamos más monte, más verde.
Nos centrarnos a buscar en el sector de Río frío en Tabio, Cundinamarca, al norte de Cajicá y de Chía. Vimos varias propiedades, algunas demasiado opulentas, otras demasiado campesinas, con problemas elementales.
Recomendé en un grupo de Facebook y en unos días apareció un comisionista que me ofreció dos propiedades, la primera la descartamos y la segunda nos gustó, se trataba de una casa de dos pisos, en ladrillo, empotrada en una montaña, el valor era razonable y prometían el agua gratis que era de un nacimiento natural.
El joven que nos atendió era grueso, de manos anchas y fuertes, mirada vivaz, se mostró muy condescendiente, contó que estaba terminando ingeniería ambiental y que la casa era de su familia, no puso problema por los perritos. Llegamos a un acuerdo verbal y fue así como, justo en diciembre, dejamos nuestro cómodo apartamento y nos lanzamos a la inolvidable aventura campestre.
Luego de que nos trasteamos y de que nuestro amable amigo se negara a firmar un contrato porque eso era de “gente desconfiada”, conocimos a su papá, un señor flaco de pequeña estatura, con la cara dura y una estrechez en sus dientes que denotaba un ademan de desprecio.
Al comienzo fue bonito, luego empezamos a vivir una realidad inesperada, lo primero fue evidenciar que la casa estaba construida, como ya lo comenté, dentro de una montaña, ese detalle, poético si se quiere, peleaba con las elementales reglas de la física. Subir hasta la propiedad exigía un esfuerzo ingente para nuestros carros viejos y para nosotros, siempre andábamos ladeados y con esfuerzo y solo dentro de la casa se lograba una estabilidad aceptable.
El suelo de la propiedad era lodoso y blando lo que ocasionó que cayéramos de bruces en más de una ocasión, sobre todo en el invierno eterno de Tabio. Más tarde nos enteraríamos que ese suelo blando era tierra suelta que agregan indiscriminadamente para rellenar los terrenos inclinados.
Las humedades internas de la montaña, los desagües de la casa de los dueños que quedaba a unos 60 metros más arriba, se filtraban en forma de humedad por las paredes, produciendo, en pocas semanas, muros húmedos y llenos de hongos, mi hija y yo, susceptibles a las alergias como buenos animales urbanos, empezamos a estornudar de manera frecuente.
El agua “gratuita” que bajada de la “boca del cerro” resultó ser un líquido amarillento que a veces bajaba con olores nauseabundos. Como el campesino se empeñaba en decir que era agüita purita del cerro y que se la podía uno tomar hasta sin hervir, al comienzo nos dejamos llevar por esta sabia recomendación de un buen campesino. Mi esposa empezó a perder peso, se quedaba dormida manejando, estaba pálida y sin ánimo. Fuimos al médico y los exámenes evidenciaron que había contraído una peligrosa bacteria de aguas contaminadas.
Algo que me sorprendió fue el costo de los servicios públicos, la energía estaba llegando por el doble de lo que pagaba en mi apartamento y el gas natural, ni hablar. El internet rural que a duras penas llegaba a 10mb, costaba lo mismo que el servicio de fibra óptica que solíamos tener en nuestro apartamento.
Luego descubriría una intrincada red de cables que bajaban y subían, enterrados en la montaña, nunca vería el contador del gas natural, ni las acometidas, en conclusión, pagábamos los servicios de esa familia y quien sabe de cuantos otros familiares más que habitaban en la parte alta de la montaña.
Aquel joven amable, quien nos había atendido los primeros días, hijo del dueño, no volvió a aparecer y nos empezamos a entender con su padre. Era un hombre autoritario, con un manejo muy extraño del respeto. Solía bajar a nuestra casa, con la excusa de cortar el prado. Al principio avisaba, luego simplemente, usualmente los domingos, llegaba a las 6 a.m con su monstruosa guadaña con motor de dos tiempos, nos despertaba y hacía su show de casero. Los carros quedaban llenos de pasto y barro y nos veíamos obligados a despertarnos, perdiendo nuestra intimidad.
Más adelante, el casero empezó a traer materiales de construcción que almacenaba en nuestro garaje, montañas de arena, cemento, ladrillos, entre otros.
Un día empezó a presionar para que hiciéramos un contrato, cosa que me pareció extraña, pero que me tranquilizó. Por esos días vivimos, mi esposa y yo, la muerte de nuestros padres, nos desentendimos del tema del contrato, el señor seguía presionando, nos envió una copia al whatsapp y un día mandó a otro de sus hijos, un joven delgado con nariz de gancho y una actitud de asesino en serie campesino, con los papeles del contrato. Ese día estábamos devastados y nos basamos en la copia que el buen campesino había mandado por whatsapp, firmamos el original sin leer, ni pensar.
El contrato estaba cambiado, lleno de cláusulas abusivas, decía que no se podían tener perros, la fecha estaba retroactiva, los términos y cláusulas penales excesivos. Nada que ver con el contrato que habíamos aprobado por teléfono.
La vida de campo plácida y tranquila se convirtió en un infierno, el joven ganchudo se escondía entre las ramas para ver por la ventana a mi hija menor de edad cambiarse de ropa, en dos oportunidades, cuando regresábamos del trabajo, encontramos a nuestras mascotas sueltas o encerradas en los cuartos, los muebles tirados, la loza rota, vandalismo a discreción.
El casero empezó a aparecer en la puerta de la casa diciendo que nos teníamos que ir y que teníamos que pagar la multa del horrible contrato que nos hizo firmar que ascendía a 12 millones de pesos. Qué le iba a tocar venir con sus hijos a recordarme como eran las cosas.
Nos asesoramos de varios abogados y decidimos poner una querella contra el dueño de la casa, finalmente la Inspección de Policía nos dio la razón y pudimos salir de la casa en la montaña. Más allá de la mala suerte, y analizando concienzudamente lo sucedido, se puede concluir que no es casual y que parece un modus operandi de algunas familias inescrupulosas que viven en el campo y tejen una trampa a inocentes citadinos.
Hoy vivimos en el campo, lo disfrutamos, pero aprendimos una dolorosa lección y estamos con los pies sobre la tierra. Por eso, si usted quiere vivir una aventura campestre con su familia, tenga en cuenta las siguientes recomendaciones:
- Asesórese de un abogado, nunca deje de firmar un contrato que proteja sus derechos y los de su familia. Los acuerdos verbales no sirven de mucho.
- No se fie de la bondad, ni de las maneras sencillas, ni de los tratos afectivos, hay gente en el campo que se escuda en la falsa bondad.
- Asegúrese de que el inmueble que va a tomar tenga agua potable, exija conocer el tanque de reserva y la rutina de mantenimiento y limpieza, verifique que los tubos y mangueras estén de buen estado.
- Pida a su casero que le muestre los contadores de energía y gas natural (si lo hubiere), haga pruebas sencillas para verificar que midan solo el consumo de su propiedad.
- Verifique que la propiedad tenga el pozo séptico desocupado y en buen estado.
- Guíese por su instinto, si la casa presenta olores a humedad, es seguro que la están maquillando.
- Verifique el estado de las vías, recuerde que el mantenimiento de su vehículo se duplicará en carreteras destapadas y que ahora dependerá de él casi de manera absoluta para moverse.
- Hable con vecinos de otras fincas, consulte en grupos y con la policía sobre las condiciones de seguridad, recuerde que en el campo la respuesta de las autoridades es mucho más demorada en caso de algún acto delictivo.
- Recuerde que el fluido eléctrico en el campo puede fallar sin aviso, es bueno contar con una planta eléctrica para mitigar una emergencia. Lo mismo con el internet, el servicio puede caerse sin aviso. Verifique que haya servicio de internet móvil en el sector, a veces tendrá que usar su celular como un plan adicional en caso de emergencia.
- Mantenga su vehículo con el tanque cargado y mantenga un bidón con combustible de emergencia.
- No recoja extraños en la vía, por más conmovedor que sea el cuadro, no olvide que las zonas rurales son buscadas por los delincuentes por la soledad y la demora en la respuesta de las autoridades.
- Por último, disfrute su aventura campestre, pero no olvide que las utopías no existen.