En la iglesia de San Roque, en Quito-Ecuador, se encuentra la imagen de la “Virgen la borradora” es también llamada la “Virgen de los reos”.
Dice la leyenda que en el siglo XV un indígena fue sentenciado a muerte por la Real Audiencia, al parecer por un crimen que no cometió.
El día previo a la ejecución se encomendó con fervor a una imagen de la Virgen que estaba en el presidio y, llegado el trágico momento, cuando los jueces se disponían a leer públicamente la condena; ésta se había borrado.
Entonces se dispuso rehacer la sentencia para ser leída de nuevo al día siguiente, pero vaya sorpresa, el veredicto fatal se había esfumado de nuevo. De la “Virgen borradora” hay una réplica en la ciudad de Pasto; es realmente una advocación de la virgen del Rosario.
En Colombia son noticia dos preacuerdos; el primero de Emilio Tapia por el escándalo de “Centros Poblados” en el que se perdió un anticipo de 70 mil millones que era para el internet de los niños. En teoría pagaría seis años de cárcel y devolvería 5 mil millones.
El segundo, el de los carrotanques de La Guajira, en el que entre todos los partícipes de los delitos devolverán a lo sumo 10 mil millones de 380 mil embolatados; un muy buen negocio para ellos. Son los beneficios de la llamada “justicia premial”.
Cuando Sócrates le preguntó a Cefalo, ¿qué entiendes por justicia? Este le respondió: “dar a cada quien lo que corresponde”. Debe ser vergonzoso tener que explicarle este concepto a un niño del Amazonas o a un viejo de la Guajira y decirles además, que los contratistas y los políticos no necesitan del portento divino y de un milagro para borrar sus culpas -la Virgen no perdona delincuentes-, que eso se soluciona simplemente con un buen preacuerdo.
Son los efectos de esa justicia; que si que saben muy bien usar los ladrones de cuello blanco.