Los Comunes disputan su permanencia entre la transición y la espera

Los Comunes disputan su permanencia entre la transición y la espera

El partido se medirá en su segunda elección legislativa y en ese sentido tiene varios retos. ¿Logrará sortearlos y conseguir su objetivo?

Por: Fredy Alexánder Chaverra Colorado
junio 15, 2021
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Los Comunes disputan su permanencia entre la transición y la espera

En el año 2022 asistiremos a una importante contienda electoral donde las fuerzas democráticas y alternativas buscarán consolidar una mayoría en el Congreso, tanto en Cámara como en Senado. Tras los resultados de las elecciones del 2018 se logró configurar una histórica bancada alternativa con unidad programática (impulsada por la votación de Mockus y las curules del entonces partido Farc); sin embargo, incapaz de conformar mayorías en comisiones permanentes (donde se surten los primeros debates) o en plenarias.

El partido Comunes integra esa bancada y para el 2022 se medirá en su segunda elección legislativa, en ese sentido, tiene los retos de seguir demostrando un crecimiento electoral sostenido, mejorar sus resultados respecto a las elecciones de 2018 y, de ser posible, ampliar su participación por encima de las 10 curules otorgadas por el acuerdo de paz.

A raíz del interesante artículo Los Comunes le ofrecen todo a Petro, a cambio de nada concreto publicado el 6 de junio en el portal LaSillaVacia, propongo las siguientes líneas de análisis como una contribución a esa discusión.

¿Por qué la movida de apoyar candidatados avalados por el pacto histórico podría ser problemática?

Si el partido Comunes decide concurrir a las elecciones presentando solo seis listas (la nacional al Senado y cinco a Cámara), con un carácter simbólico e integradas por sus diez congresistas fijos, no solo estaría renunciando temporalmente a una condición esencial en cualquier organización política que es la de participar en elecciones para alcanzar el poder  (Sartori), sino que su dirigencia estaría asumiendo que puede orientar una votación hibrida (opinión y estructura de militantes) a candidatos avalados por el pacto histórico y no a sus propios candidatos. Es decir, los comunes renunciarían orgánicamente a la posibilidad de plantear una campaña efectiva o impulsar sus propias listas ya que utilizarían la estructura de su militancia para apoyar candidatos externos en las listas del pacto histórico.

Con esa movida se podría incurrir en dos errores de apreciación; primero, olvidan que su votación es mayoritariamente de opinión. Al no contar con gobernadores y alcaldes, solo con dos concejales a nivel nacional, no se podría afirmar que los Comunes cuentan con una votación asociada a redes clientelares, y es claro que quienes le han votado son ciudadanías libres que por alguna motivación o incentivo ideal los apoya. Esa votación de opinión está por encima de su cantidad de afiliados y no puede ser fácilmente direccionada para apoyar un candidato externo en otra lista. ¿Cómo se podría diseñar una estrategia para direccionar un electorado de opinión? No lo tengo claro, solo sé que en 2018 más de 50 mil personas apoyaron al entonces partido Farc y en 2022 podrían volver a respaldar a Comunes.

Así las estructuras del partido se muevan en otro sentido, su logo seguirá siendo una opción en el tarjetón y parte de su electorado de opinión (que los respaldan ya sea por simpatías con su antigua lucha revolucionaria, por ser el partido nacido del acuerdo de paz o como respaldo a su proceso de reincorporación) los podría seguir apoyando.

El segundo problema de esa movida se relaciona con la doble militancia y el posible uso de recursos excepcionales para apoyar un candidato externo al partido. No tiene sentido que el recurso que en virtud del acuerdo tiene el partido para este tipo de elecciones sea utilizado para apoyar otra lista (donde ni figura el logo de Comunes en coalición) y esto podría generar investigaciones o sanciones. Además, el riesgo de la doble militancia se encuentra cuando los candidatos de las listas del partido impulsen otros perfiles; cuando los directivos del partido hagan campaña abierta por un candidato externo o, en menor medida, cuando los militantes se muevan en proselitismo por otra lista. Vale recordar que esa es una forma recurrente de hacer política, empleada por políticos tradicionales cuando se meten a listas que necesitan de votaciones más bajas para ingresar a la cifra repartidora.

De ahí que se le deba preguntar a los Comunes: ¿Dónde queda la nueva forma de hacer política?

Por otro lado, si la dirigencia se mueve en ese sentido, estaría sacrificando las posibilidades electorales del partido por muy poco, pues su votación no será determinante para ampliar la mayoría de escaños de los sectores independientes en el Congreso (para lograr mayoría se requieren 55 senadores y 86 representantes), pues al ser un partido de opinión, su votación más disciplinada se podría direccionar para apoyar a un candidato externo, pero en el caso del Senado ayudaría si mucho a ajustar un escaño, nada más, ¿Entonces, el partido se va a sacrificar electoralmente para lograr una curul adicional en el Senado?, ¿Dónde quedaría su viabilidad electoral en el mediano plazo? Son preguntas necesarias de responder porque en el 2026 los Comunes deberán superar por cuenta propia el umbral del 3% (aproximadamente 700.000 votos) para no desaparecer del mapa de partidos. No hay duda de que se necesitan los votos y crecer en la curva electoral.

Tampoco hay que desestimar el enorme golpe de opinión negativo que recibiría el partido, pues su votación al Senado y Cámara se reduciría sustancialmente respecto a los resultados del 2018, el titular de prensa sería: El partido Comunes baja su votación frente al 2018. Así, se reforzaría la narrativa sobre la inviabilidad del proyecto político fariano en el posconflicto y su incapacidad para representar a su antigua base social. Algo que no responde al crecimiento electoral sostenido que si viene registrando en algunos departamentos; validado en los resultados en las pasadas elecciones regionales y con la eventual refrendación del trabajo de sus congresistas, especialmente quienes han hecho mayor presencia territorial y se han articulado con sectores sociales.

Desde los incentivos del voto de opinión, en 2022 muchas personas podrían apoyar las listas de Comunes debido al buen trabajo de sus congresistas, no hay duda que algunos tienen los mejores indicadores de gestión (como el caso del representante por Antioquia Omar Restrepo). ¿Importa ese respaldo?

¿No sirven los votos porque las curules están fijas?

Ese razonamiento a título de pregunta resulta falaz. La votación es fundamental para lograr legitimidad y capacidad transaccional. Un partido sin votos no es un partido, solo es una organización política en transición. La votación permite medir la capacidad de crecimiento; articulación intersectorial; efectividad de las estrategias de comunicación y variables adicionales. Renunciar a participar en elecciones (aún mientras se hace simbólicamente) implicaría negar una condición natural en cualquier partido político, sería derrotista y daría cuenta del precario interés del mismo partido por asumirse como una alternativa que goce de respaldo popular más allá de la transición. Así no se logren curules adicciones a las diez otorgadas por el Acuerdo (con legitimidad constitucional, pero no electoral), la votación por las propias listas resulta indispensable para proyectar el crecimiento del partido y su capacidad de enraizamiento. Mucho más cuando será su tercera elección en cuatro años.

¿Qué se viene?

Entiendo que los comunes están muy interesados en converger en el programa del pacto histórico. Arriesgándose a reducir sus perspectivas electorales y sacrificando sus posibilidades de consolidación dentro del sistema de partidos. Es una apuesta arriesgada que pone en entredicho su continuidad como partido político más allá del 2026. Pero su intención es formar parte del cambio y apoyar desde el Congreso la agenda de un gobierno alternativo, son diez votos importantes y que de entrada se suman a un bloque legislativo. Es una intención bastante loable, pero que los pone en desventaja y les mete presión para convertirse en una plataforma electoral sólida. Algo que podrían lograr como partido de gobierno y repotenciando el trabajo que han vendido haciendo en algunas regiones del país. Un escenario tan favorable como ideal. Por el momento, solo es claro que en 2022 volverán a medirse en las urnas con la perspectiva de no sacar muchos votos e impulsar a candidatos del pacto histórico.

Algo paradójico en el partido que heredó la lucha de las extintas Farc, una guerrilla muy poderosa que en varias oportunidades “puso presidentes” y tantas veces puso en jaque al Estado colombiano. Así es como van cambiando los tiempos.

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