‘No’, por su culpa ya no podré ver al Papa Francisco –al cabo que ni quería- promulgar ante miles de feligreses, ni escuchar las mismas palabras del secretario de la ONU, Ban Ki-moon, en sus discursos; seré testigo, eso sí, del tiempo que la sociedad tuvo que esperar, después de los cuatro años en La Habana, para respirar paz.
Pero culpo con más discreción al 62% de colombianos habilitados para votar en el plebiscito que se abstuvieran a ejercer un derecho, su derecho, en el momento político más importante de las últimas décadas para el país. Aproximadamente 21’833.898 de compatriotas prefirieron o se limitaron a decir no al ‘no’ y al ‘si’; un número que equivale tres veces la población de Bogotá.
Con los resultados del plebiscito, los colombianos demostraron nuevamente dos situaciones predecibles en instancias democráticas: la notoria división ideológica en relación al devenir político del país y el excesivo número de abstención electoral determinante en la victoria del ‘no’.
De la primera nadie ha de extrañarlo, de la segunda tampoco, pero es esta última la que podría generar un cambio social, económico y político justo e imparcial para toda la sociedad.
El porcentaje, evidentemente reprochable, representa la desdicha y desconfianza de un pueblo que creyó más en el ‘no’ que en el ‘si’ a la paz, a creer en el cambio y a salir a votar con incidencia en lugares de mayor violencia e inseguridad.
A su vez, el 13% de personas que votaron en la primera vuelta de la última elección presidencial, se negaron a votar el pasado domingo. En el norte del país, el 37% de votantes promedio, disminuyó a un 19%, 23% y 24% en La Guajira, Atlántico y Bolívar respectivamente; departamentos en los que ganó el ‘sí’.
No obstante, de las otras razones que sopesaron la pobre participación en el plebiscito, como el imprevisto paso de la tormenta Matthew en la costa, es un problema que hasta al Tino Asprilla se le hace de las manos.
Por otro lado, a diferencia de la importante trayectoria del sufragio obligatorio en países como Bélgica, Australia, Grecia y Brasil en Latinoamérica, que demuestran el éxito democrático de una nación, en Colombia la ley complace hasta aquel que comete un homicidio.
Y después se quejan
Si bien los resultados ya están para la historia y nadie podrá modificarlos, una mayor participación ciudadana y rural hubiese convertido al esperanzador ‘sí’ en una realidad y al ‘no’ lo hubiese dejado en el olvido.
La inexistencia del respaldo popular, perdido después del 63% de votantes en las elecciones de 1974, ha descompuesto naturalmente el sistema político y por ende las sendas de la construcción social.
¿Y cómo es posible que llevemos 22 años sobrepasando el 60% de abstención electoral, y que este 2 de octubre se haya presentado la más alta durante este tiempo solo por detrás de la primera vuelta de las elecciones presidenciales 2014? De seguir así, las elecciones del 2030 alcanzarán más del 80% de abstención con un pueblo cada vez más perplejo.
Un aplauso para todos los que hicieron parte de la excéntrica mitad de colombianos disfrazados de mimos ante un acontecimiento definitivo para el resurgimiento de una sociedad golpeada por el terrorismo, el narcotráfico y la desigualdad.
@shaguiberd