Antes de que llegara en el 2012 José Nestor Pekerman a la selección Colombia, Carlos Antonio Vélez era feliz. Al frente del equipo estaba su amigo, Hernán Dario Gómez, quien le garantizaba que las puertas del camerino nacional siempre estarían abiertas para él. Pero vino el escándalo, la pelea que tuvo con una misteriosa mujer en el bar el Bembé en la Macarena en Bogotá, y a Bolillo no le quedó de otra que renunciar.
Uno de los más tristes era Carlos Antonio Vélez. Leonel Álvarez reemplazó a Gómez pero, después de un mal comienzo en la Eliminatoria del 2012, lo terminaron echando y llegó Pekerman. Vélez nunca le perdonó su actitud distante con la prensa, el control que ejercía en las entrevistas su representante y familiar Pascual Lezcano. Pekerman no se arrodillaba ante el Dios del periodismo.
Entonces empezó a minimizar los espectaculares logros del argentino. Se le hizo poco clasificar segunda en sudamerica a las eliminatorias de Brasil, ser cabeza de serie, ganar por primera vez su grupo en el Mundial, lograr el quinto puesto y sacar a James goleador. Todo eso le pareció muy poco.
Tampoco fue suficiente llegar al mundial de Rusia, y perder por penales, después de empatar a un gol, a la Inglaterra que jugará la final de la Eurocopa. Fue tanta la presión que Pekerman terminó renunciando en parte por una actitud que el país nunca entendió y que le cobró.
Porque después de Pekerman vino Queiroz y las goleadas en Barranquilla contra Uruguay y en Quito 6-1. El equipo no ha vuelto a tener la contundencia de Pekerman y nadie puede entender cuales fueron las razones futbolística para tan encarnada oposición.
Tal vez por eso la gente ya no cree en Carlos Antonio quien, con su barco de RCN, ha visto cómo ha naufragado durante el Rating de la Copa América.
