Los colombianos nos consideramos merecedores de fructíferos destinos. Podemos saber muchas cosas de nosotros mismos, pero debemos encontrar una manera clara y certera de contárselas a la humanidad.
“Muchas madres colombianas han recibido obligados hilos de dolor para tejer sus vidas. Por múltiples circunstancias hemos tenido en nuestros ojos lágrimas y en el lenguaje historias tristes como los irlandeses. También pasamos, de alguna manera, por la discriminación vivida por los judíos y la diáspora de los armenios, ésa que hoy justifica la vida de muchos compatriotas viviendo en otras partes y haciendo, la mayoría de ellos, bien a las sociedades.
Si la humanidad ha conocido verdugos del talante de un Hitler, un Milosevic o un Hussein, los colombianos hemos sido víctimas de un ignominioso tirano: El comercio de sustancias ilícitas.
Siendo paradójico, a dicho tirano lo ha ayudado nuestra tierra con su privilegiada ubicación geográfica –para su transporte- y su fertilidad en plantas usadas como drogas psicoactivas, por ende, los “ADICTOS” a ellas, han sido clientes presos de su vicio y a la vez nuestros verdugos sempiternos en todo el planeta y prolongadores del espiral que encadena sus vidas y ata el avance de nuestra estructura socioeconómica.
Tenemos, sin dejar nuestras cualidades de latinos, la inteligencia de los alemanes, el sabor romántico de los franceses, la fortaleza de la raza africana y la riqueza del país variopinto natural y cultural por muchos admirada. Como los japoneses, trabajando con denuedo y eligiendo con más sabiduría a nuestras clases dirigentes, podremos avanzar en lo social, hasta, quizá, llegar a la organización de los países nórdicos; ¿por qué no? Y, también, a tener servidores públicos probos que vigilen los patrimonios comunes y los sirvan con transparencia al mundo globalizado.
Además de exportar café, deportistas y lo mejor de nuestras artes, en letras, en pintura y cerebros de la ciencia, queremos decir al mundo que nos sentimos orgullosos de ser colombianos y en particular a los que huyeron del país, por diferentes circunstancias, recordarles que no se han ido del todo, pues a cada uno se le adhirió algo del tricolor nacional y el eco lejano en su mente del himno nacional con sus gotas de nostalgia. Decirles que tienen la misión de hacer patria en otras, donde estén, enalteciendo ésta que los parió y vio trasegar entre risas de pequeños-grandes triunfos o de inmensas dificultades.”
De lo individual a lo colectivo: “Estemos orgullosos de ser colombianos”.
MARIO SALINAS.
Medellín. Colombia.