“Ahora la pelea es a otro precio”, dirían los directores de instituciones educativas privadas en las ciudades. Es el marketing, el estatus sociales y los edificios lo que motiva a un papá a escoger uno u otro colegio, el nivel académico pasa a un segundo punto cuando de conocer gente de “bien” se trata. El rector es ahora ese gran gerente que tiene a la institución educativa básica, el colegio, como ese espacio de formación integral de alumnos, que busca por todos los mecanismos la forma de vender para hacer rentable su negocio.
El panorama educativo en las ciudades tiene dos caras que las separa una delgada línea, la forma de hacer negocio, o la competitividad económica para poder sobrevivir en el mercado. La educación como pensamiento de formación de seres humanos, de niños que serán el futuro del país, es difícil de encontrar y en las ciudades aún más, en materia económica.
Cuando la educación es gratuita y pública, el negocio y la competitividad desaparecen. Pero el tema en este caso es igual que en los privados, la calidad educativa. Y son los escasos recursos, y las instalaciones deterioradas lo que hacen que los maestros no puedan dictar sus clases como lo quisieran, para tener una educación competitiva en el país.
En este mismo marco de la guerra económica entre las instituciones educativas, los escasos recursos y la calidad académica. Los maestros que son los artífices de la sociedad, están en una complicada situación, ya que buscan generar cambios pero los contextos en los que desempeñan su actividad afecta los resultados.
Ellos son uno dentro de las aulas y otros fuera de ella, pues en un espacio enseñan y en el otro son activistas por una sociedad diferente y con oportunidades. Generalmente entregan su vida a la causa, su familia tiene un componente adicional, los alumnos. Ellos les llenan la vida de alegría y orgullo, pues cada vez que ven a un alumno superado, haciendo las cosas bien, sienten que fue gracias a ellos. Y si, así es. Ellos son unos ganadores y personas exitosas, pues si bien el sistema no los valora de forma económica como debería ser, el triunfo se mide por cada alumno que tiene y crea, como el pintor a una obra de arte.
Tienen un reto con la sociedad ahora, superar desde su actividad la discusión entre negocio, competitividad económica y calidad educativa, pues de su labor depende la sociedad misma, algo que va más allá de cualquier cosa. Así el maestro de escuela pública es diferente al de la privada, pues el contexto en que se encuentran hacen que su influencia en la sociedad sea mayor o menor, lo que hace que tengan mayor poder para constituir una alta calidad educativa, o ser simplemente un revolucionario en un colegio de baja calidad.
Los maestros y profesores se les debería decir luchadores de patria, que sin necesidad de empuñar las armas, hacer política, o tener empresa propia, van generado día a día la revolución educativa y cultural que este país sueña. De ellos depende el éxito de los cambios y la consolidación de las cosas buenas que tiene nuestro país, de tener a su cargo la responsabilidad de crear personas útiles para la sociedad.
Más allá de las aulas de clase, y del negocio educativo, los profesores tiene la responsabilidad de liderar a su comunidad hacia objetivos comunes, democráticos y concertados, para poderse adaptar a las transformaciones mismas del sistema económico, y a los cambios de la vida misma.