Se observa con curiosidad una serie de fotografías que circulan en las redes sociales de las giras del director del liberalismo en el Chocó, Augusto Cicerón Mosquera Córdoba, por varios municipios chocoanos, en un proceso de “restructuración” del liberalismo en el Chocó. Da la impresión que esas reuniones son unas especies de asambleas de condenados por delitos contra la administración pública.
Muchos de sus protagonistas han sido condenados y otros tantos enfrentan líos judiciales e investigaciones disciplinarias por diferentes delitos. Lo más sensato sería que dicha “restructuración” liberal en el Chocó, se acompañe de una verdadera renovación de líderes, de códigos de ética y de buen gobierno contra la corrupción y los manejos indebidos de los recursos públicos, se condene y se proscriba las compras de votos. No se cohoneste con los fraudes electorales y se rechacen los pactos oscuros con personajes con caudales de dineros mal habidos de la corrupción y de negocios ilícitos.
De ser así, ese sí sería un cambio estructural en las costumbres políticas en el Chocó, pero en el fondo lo que se está proponiendo y promoviendo son cambios mecánicos de unas fichas electorales por otras con los mismos vicios. Lo polémico es que los mismos que ahora se autodenominan como tutores del cambio y los salvadores de la catástrofe de la corrupción, son los mismos que han propiciado la corrupción desde hace décadas. De manera que los corruptos que desde hace décadas controlan los directorios políticos, son los que lideran la "renovación liberal". Pero a la vez que hablan de renovación, vetan a los jóvenes con ideas renovadoras y de cambios, por ser críticos de sus políticas nefastas. En otras palabras, son los herederos de la camarilla política del Clan de Neguá que controló por más de 60 años la gobernación y las principales alcaldías y tienen postrado en el atraso al Chocó, son los que promueven el “ cambio”.
La misma cofradía de defraudadores que han perpetuado en el poder regional a una caterva de políticos corruptos y mediocres, cuyo único palparé es tener el aval de los dos clanes políticos más nefastos del Chocó: Neguá y Sánchez Montes de Oca (herederos del clan Lozano), además de los bolsillos llenos de dineros ilícitos de la corrupción y los nexos con el narcotráfico para comprar votos y registradores.
En el Chocó, increíblemente los políticos condenados son los que controlan los hilos del poder. No hay ni sanción moral, ni ética y menos política para esa camarilla que saquea el patrimonio público. En cambio, son venerados, exaltados y glorificados cuando salen de las cárceles, algo verdaderamente aberrante, condenable y vergonzante.
Uno de los hechos políticos más insólito sucedió hace poco, una reunión del liberalismo chocoano, liderado por el ex gobernador Augusto Cicerón Mosquera, condenado por hechos de corrupción por la privatización de la Empresa de Licores del Chocó y los miembros del partido de la Unidad Nacional en el Chocó, en cabeza del ex congresista Odin Sánchez Montes de Oca, condenado por la Parapolítica. Lo curioso fue que todos los “notables” que acudieron a la reunión y sellaron la alianza para escoger candidatos a la gobernación y las alcaldías están condenados por delitos contra la administración pública y el hedor de su pestilencia se expande por todo el departamento.
Pero si por los lados del liberalismo y el partido de la U en el Chocó, abundan los condenados por el lado del Movimiento de Integración Regional (MIR) del ex parlamentario Edgar Eulises Torres, pululan. Torres, un político que acaba de purgar una condena por nexos con paracos y narcos es el líder de la otra gran coalición política regional para la gobernación y la alcaldía de Quibdó con un sector del partido conservador y el movimiento Minga social de la alcaldesa de Quibdó, Zulia Mena.
En conclusión: una especie de clubes de condenados son los que lideran la política en el Chocó.
Twitter: @j15mosquera
