Los ciclos son inexorables
Opinión

Los ciclos son inexorables

Por primera vez Santos le gana a Uribe en favorabilidad y Duque da señales de que en él hay un verdadero jefe de partido

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septiembre 07, 2018
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Fue una verdadera sorpresa que, en la última encuesta Gallup, Juan Manuel Santos resultara con el 45% de favorabilidad y el expresidente y senador Uribe Vélez con el 42%. Sin embargo, ocurrencias impensables hasta el 17 de junio iniciaron uno de esos desfiles que obligan a reflexionar a la gente y a cambiar de opinión sobre hechos difíciles de desmentir por su contundencia y vigor. Ninguna de aquellas ocurrencias fue fruto de partos imaginarios de algún vendedor de mentiras. Todas fueron evidentes, vistas u oídas por los colombianos con sus ojos y oídos.

Sería ingenuo negar que así como Santos cometió errores que agrandaron su impopularidad, el balance de muchos medios periodísticos repercutió, al enumerarse sus realizaciones, ya fuera del mando, en favor de su Administración a pesar de sus fiascos y descarrilamientos. La paz, las obras de infraestructura, el respeto de la Comunidad Internacional, la construcción masiva de viviendas, la recuperación parcial de tierras despojadas por los grupos irregulares y el descenso en los niveles de desempleo, apuntalaron su imagen. A Dios lo que es de Dios y al César lo suyo.

Al contrario, en los bamboleos del expresidente y senador Uribe trascendieron actos de él que mostraron la cara oculta del personaje encumbrado por su popularidad y por la dureza con que adelantó su oposición entre 2014 y 2018. Uno de esos giros inesperados fue la llamada a indagatoria que le hizo la Corte Suprema de Justicia y la grabación de su diálogo con otro ganadero acerca de unos movimientos ambiguos, pero sospechosos, con testigos de bajo fondo que lo incriminan a él y a su hermano Santiago por supuestos nexos con grupos paramilitares.

Por eso, precisamente por eso, el fenómeno Uribe carece de explicación lógica para quienes ignoran su pasado. Su polémica trayectoria y su adicción a la pugnacidad, constituyen, ya, elementos de un desgaste que suele frenar la insaciable libido de poder de los caudillos con ínfulas de inmortalidad. La historia tuerce con sus réplicas implacables las salidas en falso y los vacíos en la conducta personal y política de los dioses Jano: exhiben una cara al sol y esconden otra en la penumbra. Son ciclos inexorables cuando los jefes miran más hacia fuera que dentro de sí mismos, acogidos al influjo del carisma y al imán de sus simpatías.

 

Su polémica trayectoria y su adicción a la pugnacidad, constituyen, ya,
elementos del desgaste que suele frenar
a insaciable libido de poder de los caudillos con ínfulas de inmortalidad

 

Uribe y su partido se atoraron tanto con sus éxitos oposicionistas que les quedó saldo para arremeterse entre ellos cuando pasaron a ser gobierno y no hallaron el paraíso perdido en cuatro años de mandobles a Santos. Tratan de justificarse diferenciando los papeles del partido y del presidente sin llegar a la ruptura. Pero no engañan a la opinión. Uribe avanza y se devuelve, y con él la mitad del Centro Democrático (CD); la otra mitad, la que no imita sus desplantes, adelanta su propio juego, incluyendo al Delfos de la agrupación, el inefable José Obdulio Gaviria, un talento al servicio de los sofismas.

Sea lo que fuere, a Duque le conviene que las cosas se den de este modo porque, a la larga, es la coyuntura para desarrollar su propia estrategia. Tendrá que hacerlo por contar el CD con el mismo número de senadores de cuando era oposición, y sin el concurso de otros partidos adiós al Pacto Nacional y a una indispensable mayoría parlamentaria. Medírsele a los dos retos es realismo y no traición por la falta de respuesta de su propia colectividad política. El fuero presidencial no se transfiere en préstamo de uso.

Por lo pronto, el estilo personal le ha servido para buscar el despeje de la senda. Los senadores de su enemigo hasta el 7 de agosto, los de la U, se alinearon con él como partido de gobierno y le aseguran una estrecha mayoría en esa corporación. ¿Mermelada? ¿Una señal distante del expresidente Santos en prueba de generosidad y patriotismo? ¿Un cabrillazo milagroso de Uribe? No se sabe cómo llegaron los hechos a ese límite, pero en la Cámara no pasó lo mismo y subsiste la precariedad de votos parlamentarios para asegurar gobernabilidad, así la independencia del liberalismo y Cambio Radical no suponga oposición sin beneficio de inventario. La disciplina no es virtud de nuestros partidos.

¡Qué bueno, de todos modos, que dentro del presidente haya ya un jefe de partido!

 

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