Algunos cerraban los ojos y lanzaban sus gritos al cielo como si Mick Jagger los fuera escuchar. Otros tocaban en el aire la guitarra de Keith Richards mientras sonaba Start Me Up: "If you start me up, if you start me up I'll never stop. Oh, yeah, síiiiiii, qué chimba, parce".
Estaban apartados en multitud tras las rejas del anillo de seguridad que había instalado la Policía sobre la carrera 24. Sin tarima, sin juegos de luces, sin Jagger, ni Watts, ni Wood, ni Richards al frente, pero con cerveza, aguardiente, porro, canelazo y hasta mazorca alrededor, cientos de fans se reunieron anoche para rockear cada una de las canciones de los Rolling Stones a las afueras del estadio El Campín. Solo gozaban: era la primera y última vez que escuchaban -- "y menos mal no los vimos cantar con Juanes, bróder"-- a la banda de rock más famosa de la historia en Bogotá.