Dicen que es ateo, comunista, que apoya a los homosexuales y a la guerrilla. El desparpajo con el que habla irrita, molesta. A los católicos apostólicos y romanos de chibchombia les parecía mejor el papa Juan Pablo II, nublado por el Alzheimer, dándole la espalda a curas revolucionarios que lucharon por su pueblo como el obispo Romero en El Salvador. Incluso respetaban la seriedad de Ratizinger, el frío teólogo que se cansó literalmente de besar bebés como un político borracho y se retiró a su residencia en Castengandolfo a terminar su monumental obra sobre Jesús de Nazareth. Claro, a la señora de misa diaria le molesta tanta liberalidad. Ella quiere que un mago le cure la enfermedad a su hijo homosexual, que le saque de la mente esas ganas de fumar bareta que tiene el sobrino, quiere que la ira Divina llueva sobre la cabeza de los ateos. Y en Francisco sólo encuentran esa cantinela sospechosa, revolucionaria, que incluye palabras tan repulsivas a un católico colombiano como es el amor, el perdón la reconciliación.
Francisco es un santo de verdad. No viste Lacoste, y mandó a investigar, como Juan Pablo I, las irregularidades del Banco del Vaticano. Va en contra de los pedófilos y, sobre todo, de la doble moral. Ha dicho anatemas imperdonables como que prefiere a un ateo a un católico de misa diaria que hace el mal, como tantos políticos latinoamericanos. Ha dicho que los homosexuales pueden entrar a los reinos de los cielos, que le molestan esas cadenas de oración en Facebook. Pero lo que no le perdonan a Bergoglio es que haya apoyado el Proceso de paz. Eso de decir que los guerrilleros de las Farc tienen alma es una herejía. Ellos quieren a alguien más radical e hipócrita como Monseñor Alejandro Ordoñez quien le llevó más de una vez la contraria a la ley mientras era Procurador. Quieren un Papa de mirada altiva, que señale, que hable de castigos divinos, que traiga de regreso al Dios implacable del Antiguo Testamento.
Ahí están en redes sociales, proclamando el comunismo papal. Ahí les hacen dibujitos como el de esta portada, señalándolo como un guerrillero más. Se quedará cuatro días en Colombia, seguramente le dará la mano a Timochenko, a Iván Márquez. Cuatro días en donde no dormirán tranquilo y en donde extrañaran la doble moral que siempre profesó gente aborrecible como Karol Wojtyla.