Desde el 20 de mayo de 2015 no se ha vuelto a dar otra de las jornadas violentas que han dado mala fama a los estudiantes y que han dejado muertes que lamentar. El campus de la Universidad Nacional no había tenido un periodo de calma tan largo estando en normal funcionamiento en los últimos 40 años.
Para un observador casual, esta aparente tregua podría ser el resultado de las negociaciones en La Habana. Pero la realidad es otra: si bien se habla de Diálogos de Paz, este proceso no incluye organizaciones como el ELN que fueron responsables del último disturbio.
La razón de esta pausa es otra: resulta del rechazo efectivo por parte de la comunidad universitaria y de las autoridades a este tipo de acciones violentas. Año tras año ha crecido el rechazo de los estudiantes hacia los encapuchados; una reacción que pasó de la opinión silenciosa a la oposición pacífica, pero firme como sucedió el 20 de mayo cuando un grupo numeroso de estudiantes se opuso a que sus salones de clase fueran usados de almacén y de trinchera para actividades violentas. Este fenómeno no es aislado y muestra el decreciente apoyo que tienen aquellos que pretenden sabotear las actividades académicas y el funcionamiento de la ciudad con la falsa excusa de defender la educación pública.
Por otro lado, la administración del campus se ha dado a la tarea de dificultar este tipo de actividades delincuenciales revisando periódicamente las zonas verdes de la Ciudad Universitaria. Esta acción tan simple ha evitado que los encapuchados y sus colaboradores hagan acopio de ingredientes y materiales explosivos, haciendo más compleja y arriesgada la logística para perpetrar un disturbio en los alrededores de la universidad.
Un efecto colateral de afectar esa logística fue propiciar el desenmascaramiento en mayo del año pasado de una red de 13 personas, quienes fabricaron y transportaron las papas bomba que fueron lanzadas en la última pedrea. A pesar de que no se ha dado condena contra ninguno de los implicados (y lo más probable es que no se dé), es demasiada casualidad que después de que se descubriera el modus operandi los disturbios cesaran: el efecto disuasorio del trabajo de inteligencia es evidente.
No se sabe cuánto vaya a durar esta pausa pero ya es claro que este tipo de expresiones violentas y deplorables no tienen cabida en la Universidad Nacional del siglo XXI.
@fifas1963