Hace unos diez años llegó a mi casa pintor colombiano para mí desconocido que vive en Besalú (España) a preguntarme sí me interesaba que hiciéramos un museo en Armenia. Y me fui con él y su amigo Alberto Canals. Íbamos cargados de sueños.
Logramos crear Maqui (Museo de Armenia y el Quindío) en las bodegas de la Estación del Tren que había sido restaurada. Las bodegas estaban llenas de muebles viejos que logramos sacar con esfuerzo, pero ya teníamos lo importante: el lugar donde hacer exposiciones, el nombre y los mil documentos necesarios para funcionar.
En los años siguientes no hubo muchos avances, pero trabajamos por la cultura. En la precariedad, pero con la esperanza realicé varias exposiciones como la de los amigos que me apoyaron en la búsqueda de una sociedad mejor: Ofelia Rodríguez, Fernando Cano, María Paz Jaramillo y Olga Lucía Jordán. Recibimos el apoyo de amigos incondicionales y de varios alcaldes… muchos de ellos acabaron en la cárcel por problemas de corrupción. Y así el apoyo departamental se fue desvaneciendo.
En un momento dado hablaron de rehacer un parqueadero, lo cual nos llenó de optimismo porque haría más accesible al lugar. Sin embargo, realizaron un hueco inconmensurable de unos cinco metros de profundidad… Y así quedó la historia para siempre. Yo no volví. Es un insulto de corrupción. Y en el abandono, todavía funciona gracias al trabajo de la directora María Cristina Mejía y su grupo de colaboradoras, pero la situación empeoró.
En mi reciente viaje constaté lo peor. La vía de acceso al Maqui es un basurero donde deambulan drogadictos. Se encuentran en la parte de atrás y allí están instalados seres destrozados por la miseria y la droga. Cosa que no hace para nada atractiva la dramática entrada a un mundo lleno de vida y en el costado principal, continua el hueco donde ahora ya ha crecido maleza y no parece tan ofensivo. Produce tristeza y desaliento ver que el lugar que podía ser un centro de turismo del eje cafetero tenga tantos problemas. Todo por lo mismo: corrupción que es miseria.
¿A quien le interesa arriesgar la vida para ver el esfuerzo que han realizado titanes? El lugar no está en ningún mapa y son poso los locales que llegan. Eso sí, los jóvenes artistas encuentran ahí un lugar para exponer y muchos colegios acuden a sus visitas guiadas. No ha habido ningún incidente. Todo trascurre con normalidad.
Esta vez acompañé a Duván López a realizar una muestra sobre Goya–Duvan. 25 cuadros que componen un granado de Goya, de la serie Los Caprichos realizada 1799 y dedicada a la sátira de la sociedad española del siglo XVIII.
El Diario de Madrid opinó: “Goya pretendía imitar la literatura en la censura y vicios humanos y hay todo un programa estético, sociológico y moral en la exposición de los motivos de su obra.”
Después se hicieron varias impresiones de los originales. Esta que utiliza López es de la edición de Segui.
Estas 25 obras tienen el mismo propósito: mostrar que la vida y sus grandes horrores continúan teniendo vigencia. Y se trata de tres imágenes: el grabado de Goya, un dibujo digital y una reflexión sobre la historia.
Fotos: Olga Lucía Jordán