Un dirigente genuino debe leer las encuestas con atención, no obstante, también debe acudir a su criterio propio. Es cumplir con la responsabilidad mínima de un candidato presidencial que entienda que debe pasar de analista de realidades a orientador de naciones. Mejor dicho, no deberían reemplazar, del todo, su cerebro por el del estratega pagado de marketing político.
Me late que es un tema de ética básica. Pero bueno… yo estoy como desactualizado en estos tiempos nuevos de lo “políticamente correcto”.
A veces me ilusiono y espero, con más ganas que esperanzas, que los candidatos resulten mejores que sus campañas. Porque, la verdad, las campañas se ven muy flojas.
—Es que no han empezado, —dirán algunos.
No importa. En una campaña presidencial los colores del horizonte y el timbre de la voz debieran de notarse desde el principio.
Aunque la tragedia de la corrupción no aparezca como la primera en las encuestas, los candidatos deberían de entender dos cosas: que sí es el principal problema y, segundo, que es lo que más ofende a los colombianos. Y con toda la razón.
—Que lo primero es la economía.
Y, acaso, no se dan cuenta de lo recesiva que termina siendo para la economía la corrupción.
—Que la seguridad.
Es cierto, pero se imaginan cómo mejoraría la seguridad si sacáramos a los policías, los militares y los jueces que se dejan comprar por los delincuentes.
—Esto sería otra cosa. Una pregunta elemental: ¿qué porcentaje de la fuerza pública y de los jueces trabajan, realmente, para la sociedad, y qué porcentaje para los delincuentes que los sobornan?
Es que la corrupción no solo es un problema de plata. También es un problema de alma y del espíritu.
No se equivoca la Biblia cuando sentencia que el ser humano no está hecho para servir a dos señores al mismo tiempo. A Dios y al dinero.
El corrupto, llega el momento, en que solo puede pensar en la plata que se va a robar. Todo lo demás pasa a un segundo plano. No tiene tiempo para pensar en la gente, en el bien común, en su responsabilidad.
Termina siendo tan adicto a la corrupción como al bazuco o a la pornografía. A la peor pornografía que es la corrupción.
Por eso me parece que el término corrupto se queda chiquito. El corrupto termina corrompido.
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No entiendo a los candidatos que alcanzan a insinuar que hablar claro contra la corrupción es populismo. Son personajitos que confunden lo popular con lo populista
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Por eso no entiendo a los candidatos que alcanzan a insinuar que hablar claro contra la corrupción es populismo. Son personajitos que confunden lo popular con lo populista. Y por ese camino terminan sacrificando a la democracia.
Porque, aunque reviren los minoritaristas, o la democracia es del pueblo o no es democracia.candidatos corrupción
Por favor, señores candidatos, oigan al pueblo, aunque no les suene mucho, y comprométanse en la lucha contra la corrupción, como primera medida.