Los campesinos invisibles

Los campesinos invisibles

Aquilino Yanquén pasó de vender papa de $100.000 a $12.000, no volvió a sembrar porque le salía más costoso. Así le ha pasado a miles de agricultores que esperan un cambio urgente

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junio 09, 2014
Los campesinos invisibles

En otros tiempos sus abuelos y padres cosechaban diferentes productos al menos tres veces cada año; ahora él teme no poder volver a sembrar papa y que el cultivo corra con la misma suerte de la cebada, el trigo y el maíz, que desaparecieron con el ingreso de los mismo al mercado nacional, a menor precio.

El primero de mayo cuando habían transcurrido en Boyacá tres días del paro agrario, Aquilino, un campesino habitante del municipio de Soracá (a 20 minutos de Tunja) despertaba temprano en la vereda Quebrada Vieja, no para cuidar algún cultivo de su finca sino para recibir nuestra visita y luego trasladarse a Tunja donde marcharía junto a otros labriegos con motivo del día del trabajo.

Aquilino había recomendado que al ubicar en Soracá los carros blancos que funcionan como transporte rural, dijera que iba hacia su casa para poder llegar sin inconvenientes, pues es común que en poblaciones pequeñas la gente se conozca entre sí.

Durante el recorrido el conductor se detuvo y preguntó a un campesino que a pie cargaba en sus hombros un tronco de 4 metros de largo, sí lo acercaba; el señor accedió, se subió y continuamos montaña arriba; dijo que llevaba el tronco para construirle una cruz al señor de los milagros. Resultó que era el padre de Aquilino.

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Aquilino con ayuda de su sobrino los fines de semana, solo cultiva algunas hortalizas para consumo familiar

Eran las 9 de la mañana cuando llegamos. Aunque el clima allí suele ser frio, el cielo estaba despejado y permitía que el sol brillara sobre el campo. Aquilino fue el primero de un grupo de campesinos en acercarse y saludar cordialmente.

La casa en la que vive con María Noemí Neva su esposa, es la herencia de sus padres, quienes  adquirieron otra muy cerca con ganancias de la agricultura. Es sencilla, de un piso y la adorna a un costado el colorido jardín de flores cuidado por María.

De cuatro hijos del matrimonio, ninguno cultiva la tierra; lo intentaron pero comprobaron que no era rentable y abandonaron la finca; “de lo que invirtieron no pudieron sacar nada”, dice Aquilino, “no valía la pena insistir en que se quedaran porque no había mucho que pudieran hacer”. Sus hermanos también dejaron la vereda años atrás. Asimismo Aquilino y María son abuelos de 3 nietos que los alegran cuando van de visita, al menos cada 2 meses.

Tienen algunas gallinas y gallos, cuatro ovejas, a Ónix, Tony y Gaviota tres perros guardianes, y tres vacas criollas de las que proviene el sustento de su hogar por cuenta de 15 litros de leche que venden a diario a 700 pesos a un recolector, quien la revende en la ciudad a 1200.

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María Noemí ordeña la última vaca de la mañana. Cada una le proporciona 5 litros de leche

Los cerros que rodean la vivienda antes estaban colmados de cebada, trigo y maíz, señala el campesino con una mirada que denota tristeza y frustración, pero de estos ahora solo brota pasto.

“No estamos sembrando nada porque no es rentable. ¿Qué ganamos con sembrar para seguir perdiendo? Tratamos de vivir de la leche, pero es barata porque el gobierno no ha querido subirle”, asegura.

Aquilino no fue uno de los beneficiarios del precio de 100.000 que alcanzó la carga de papa (dos bultos) hace unos meses, desde marzo hasta mayo cuando bajó a 60.000. La última vez que sembró papa fue el año pasado cuando estuvo a 18.000 y luego bajó a 12.000, mientras que el bulto de abono le costó 65.000 pesos. “Después de 5 años de perdidas es mejor estarse quieto”, dice. Por la misma situación atraviesan  numerosas familias campesinas.

Sus días transcurren entre ordeñar y despachar la leche, asegurar que las vacas siempre tengan pasto fresco, construir o reparar cercas, y ayudar en algunos oficios de la cocina como limpiar papas. Aquilino dice que hace algún tiempo, los hombres de la vereda trabajaban en los cultivos de la familia vecina que necesitara sembrar, fumigar, regar o cosechar, y así siempre tenían ingresos; solo bastaba enviar un mensaje a través de los niños, o después con los teléfonos celulares, hacer unas llamadas. Pero en palabras del campesino, el gobierno acabó con su trabajo. “Santos dice que le dio empleo al campo y eso es mentira”, reitera.

En cuanto a la alimentación, Aquilino cuenta que “la papa es mejor comprarla y no cultivarla, las ovejas cuando crecen se sacan a la plaza para venderlas y poder llevar el mercado al hogar, y si comemos carne también es porque de vez en cuando compramos unas libras en el pueblo”.

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Como la familia de Aquilino y María Noemí, al menos el 70% de los 12 millones de campesinos colombianos padecen la misma situación

Los domingos para los campesinos, son los días del señor, así que la rutina cambia un poco; ordeñan, van a misa de 10:00 am y regresan a su casa en la tarde para descansar.

Hoy la familia de Aquilino pertenece al 46% de la población rural económicamente vulnerable que no desea ver más agudas sus condiciones y pasar a engrosar un porcentaje de pobreza extrema.

Según el Consejo Nacional de Papa1, en el año 2012 Boyacá, donde la mayoría de los predios de los campesinos no superan las 5 hectáreas, produjo 764.500 toneladas de papa, en 2013 709.000 y teniendo en cuenta la tendencia a disminuir la producción, este año serían sembradas solo 672.000 toneladas. Por otro lado, el total de papa exportada a agosto del 2012 fue de 38 toneladas mientras que cuatro años atrás fueron 26134.

Nada quisieran más los agricultores que poder sembrar, exportar, crecer. No obstante, el índice colombiano de exportaciones agrícolas que estuvo por encima del resto de países de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX, ahora es en uno de los más bajos.

Expertos cuestionan el hecho de que la inversión en el campo se limite a la entrega de subsidios en lugar de orientarse a desarrollo tecnológico, infraestructura, mecanismo de riego, comunicaciones, vías, puestos de salud y centros educativos.

Aunque el sector agrícola afronta una crisis evidente y profunda, los candidatos que disputan la presidencia de Colombia no se refieren al tema durante sus diferentes intervenciones. Han visitado todas las regiones y saben que en el campo existe la pobreza, que labrar la tierra no es sencillo y que encima los campesinos tienen deudas que amenazan el embargo de sus viviendas; sin embargo los electores desconocen sus propuestas.

1. El Consejo Nacional de la Papa es una instancia de concertación y decisión de la cadena agroalimentaria de la papa. Está compuesto por representantes del gobierno, del gremio de productores, del sector comercial y de la industria de insumos.
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