Para que quede claro y aunque huelgue decirlo, estamos convencidos que en un sistema democrático la violencia no es el vehículo para imponer ideas y, en consecuencia, repudiamos cualquier acto que pretenda transitar ese camino.
La violencia solo genera violencia.
Solo el debate, el diálogo y la confrontación de ideas son las herramientas válidas para la construcción y consolidación de esta democracia, que con fallas y faltas, tanto nos costó conseguir.
Dicho esto, lo sucedido con Cristina Fernández el pasado jueves entiendo que debe ser estudiado dentro del contexto en el cual se está dando el debate político en la Argentina en el último tiempo, y para interpretarlo es preciso ser concreto en las palabras a utilizar en el análisis.
Hay quienes hablan de intento de magnicidio, y por lo que se sabe por estas horas, lejos estamos de ello, puesto que aparece más como el accionar de una persona aislada que por un plan orquestado en pos de atentar contra la vida de la vicepresidente.
El hecho aparece más como atentado que como intento de magnicidio y la diferencia no es menor, puesto que fueron muchos quienes prontamente salieron a crispar aún más los ánimos en momentos en los que lo que debiera primar es la calma y la mesura. Es totalmente reprobable el no repudio como el querer sacar ciertas ventajas de la situación.
Será la Justicia, la misma que el presidente de la República por cadena nacional acusó de haber esparcido ‘el discurso del odio’ y haber quebrado ‘la convivencia democrática’ la que debe encargarse de investigar y esclarecer rápidamente qué es lo que ocurrió, pero la información con la que se cuenta por estas horas lejos está de pensar el hecho como un intento de magnicidio.
Justicia a la que Fernández dijo ‘le he solicitado que asegure la vida del acusado directo que se encuentra detenido’. ¿Cree el presidente que el Estado que él mismo encabeza no puede garantizar la seguridad de un detenido, y que es preciso el pedido expreso del presidente de la República para que eso ocurra? Es muy preocupante.
Cuesta creer en un intento de magnicidio cuando Cristina Fernández cuenta con una custodia personal que no estuvo a la altura de las circunstancias.
Cuesta creer en un intento de magnicidio cuando se utiliza un arma no apta para la situación.
Cuesta creer en un intento de magnicidio cuando no se reduce al sospechoso de manera inmediata.
Cuesta creer en un intento de magnicidio cuando la propia Cristina Fernández se arregla el pelo y sigue como si nada hubiera pasado.
Y por si fuera poco el presidente de la República, que no se caracteriza precisamente por reaccionar rápidamente a los acontecimientos, pero en menos de tres horas después del hecho habla por cadena nacional… eso sí, leyendo el discurso porque su equipo tiene miedo de lo que puede decir si no está guionado.
No para hablar de la situación del país producto de sus medidas de gobierno sino de un hecho que es producto de la impericia de sus propios equipos. Si el Ministerio de Seguridad hubiera hecho lo que tiene que hacer no estaríamos hablando de esto. Pero el presidente no cuestionó el accionar del ministro.
¿Qué papel tiene el gobierno nacional en este hecho? ¿Qué responsabilidad asume el gobierno nacional por no poder garantizar la seguridad de la vicepresidenta de la Nación? ¿Qué seguridad le puede garantizar al resto de los ciudadanos quien no puede garantizar la seguridad de los más altos funcionarios de gobierno?
Pero sin embargo Fernández, tras el atentado sufrido por Fernández, no echó a Fernández del gobierno. De hecho Fernández (Aníbal) nada dijo sobre el atentado sufrido por Fernández (Cristina) que generó la cadena nacional de Fernández (Alberto).
Y en la cadena nacional el papel del presidente de la República fue, una vez más, triste.
Dijo Fernández con memoria selectiva ‘Este hecho es de una enorme gravedad, es el más grave que ha sucedido desde que hemos recuperado nuestra democracia’. Evidentemente no tiene idea de lo que habla.
Si bien es difícil poder comparar, ¿es más grave esto que el atentado a la AMIA? ¿Es más grave esto que el levantamiento carapintada de Semana Santa? ¿Es más grave esto que el intento de copamiento de La Tablada? ¿Es más grave esto que hechos que pusieron en riesgo a la democracia en serio? Entendemos que no, y que lo que Fernández hace es una puesta en escena en pos de lograr sus objetivos. ¿Cuáles? Aglutinar fuerzas.
Alberto Fernández afirmó que ‘la paz social ha sido alterada’. Sí ‘la paz social ha sido alterada’ y realmente está convencido de lo que dice ¿Por qué no apeló al artículo 23 de la Constitución Nacional que reza que ‘En caso de conmoción interior o de ataque exterior que pongan en peligro el ejercicio de esta Constitución y de las autoridades creadas por ella, se declarará en estado de sitio la provincia o territorio en donde exista la perturbación del orden, quedando suspensas allí las garantías constitucionales.’ ¿Por qué no dictó el estado de sitio en la Ciudad de Buenos Aires en línea con el discurso pronunciado días atrás por la propia vicepresidente en el Senado de la Nación?
Porque no quedan dudas que aquellas palabras se inscriben dentro de ‘los discursos que promueven el odio’ y que el mismo Fernández afirma que ‘no pueden tener lugar porque engendran violencia’.
La vicepresidenta se mofó de la enfermedad de la presidente de uno de los principales partidos políticos opositores y nadie dijo nada, todo lo contrario. La vicepresidenta habla de replantear el status jurídico de la Ciudad de Buenos Aires y nadie dijo nada. Pretende situarse la noción de intolerancia de tan solo uno de los bandos de la sociedad, cuando la realidad es que es algo que aplica a gran parte de la dirigencia política, que se sitúa en ambos bandos, con lo grave de esta noción.
Y ante esta situación de alteración de la paz social ¿Qué hace el presidente Fernández? Lo dijo por cadena nacional y sin ponerse colorado. ‘Por ese motivo, he dispuesto declarar en el día de mañana feriado nacional para que, en paz y armonía, el pueblo argentino pueda expresarse en defensa de la vida, de la democracia y en solidaridad con nuestra Vicepresidenta.’
Y he ahí la clave.
¿Qué mejor catalizador para lograr cohesión que una agresión externa? Y si esa agresión se puede escenificar de manera clara mucho mejor.
Con la información disponible hasta el momento es difícil creer en la teoría del intento de magnicidio, y parece más una puesta en escena para hacer de la debilidad una virtud. No sería más que la peronización de un Pearl Harbour nacional, el dejar hacer para tener la excusa de actuar.
Lejos están los hechos reales, no los del relato, de estar alineados con los dichos. Se habla de consensos y se promueve la crispación, se habla de diálogo y se pretende imponer un discurso, se habla de tolerancia y se es intolerante.
De manual.