Suenan miles de tambores que palpitan dentro de los nativos de la Boquilla, que resisten. Suenan, resuenan y se amplifican; se resisten a ser desalojados por la voracidad capitalista que hoy en día, en pandemia, no son más que unos cuerpos vacíos, unos inmensos cementerios sin vida que se alzan y se imponen dentro del paisaje, con sus lúgubres e insípidas fachadas blancas. La Boquilla es pobre, pero vive tranquila, alegre, y encuentran su sustento en las posibilidades que les ofrece su tierra. Este territorio pertenece a las miles de personas que nacieron y lo han habitado desde siempre. Sus habitantes son en su gran mayoría pescadores, de esta fuente logran sostener a sus familias siendo la Ciénaga su sustento de trabajo.
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