Las calles 127 y 128 del norte de Bogotá están prohibidas para los bogotanos. En esa parte del norte de la capital se esconden 20 mil metros cuadrados de espacio público, parques y bosques verdes que solo los residentes del condominio Calatrava pueden disfrutar. Aunque una tutela de 1992 determinó que era ilegal que los vecinos pusieran una portería y encerraran el predio; el hecho de que personas influyentes que vivían allí mantuvieran los muros lo permitió.
Uno de ellas es Doña Cecilia de Peñalosa, madre del alcalde. En 1999 la decisión arbitraria quedó blindada: desde esa fecha dos celadores impedían el paso a cualquier peatón inoportuno. En el 2014, durante la administración de Gustavo Petro, la Defensoría del Espacio Público, la alcaldía de Suba y la Policía estaban dispuestos a hacer refracciones en el espacio público del barrio.
Dos años después todas las obras se pararon. Calatrava sigue siendo un conjunto ilegalmente cerrado, alejado de los ruidos de los autos y de pobres desarrapados, algo que molestará profundamente a Doña Cecilia.
El alcalde, un confeso defensor del espacio público, un hombre que de pronto, por hacerle caso a los evangélicos de la iglesia Su divina presencia de La Castellana levantó a los vendedores ambulantes que parqueaban en la Avenida Suba con 95, un fanático de las calles limpias, desprovistas de vendedores ambulantes y otras “alimañas” sociales, se traiciona con tal de que a Doña Cecilia nadie le vaya a perturbar su tranquilidad.