Impresiona ver lo que está ocurriendo en nuestro país con los niños: los asesinan y violan, las madres los entregan a ritos satánicos o los botan en bolsas de basura en la calle o en los caños… y una vez más los jueces dejan en libertad a los agresores o a las culpables… ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué no cuidamos a nuestra infancia, como el tesoro-futuro que es? Esos niños y niñas atropellados, violados, maltratados y asesinados son definitivamente el espejo de una anomia social muy grande.
El pensamiento clásico siempre ha tenido especial cuidado de la infancia. En la paideía griega la atención, el cuidado y la crianza de los niños era fundamental y debía empezarse a los pocos años del nacimiento. En la tradición hebrea, el maestro galileo nos dice: Si no se hacen como niños, no entran en el Reino… y en otros momentos Dejen que los niños vengan a mí.
A lo largo del siglo XX se ha ido avanzando en la conciencia y práctica de la protección infantil hasta lograr en 1946 la fundación de la UNICEF y en 1959 la declaración de la carta de Los Derechos de los niños y niñas.
Pero Colombia parece ir en reversa en esta materia. Los atropellos a niños y niñas se multiplican. Hay momentáneas indignaciones frente a las noticias televisadas, pero esta dinámica infernal continúa sin que nadie -de manera eficaz- se preocupe por detenerla.
De un lado pesan los embarazos no deseados y embarazos de adolescentes, eso es claro… Algunas veces nos encontramos con niñas-mamás que es claro que no pueden tener ni sentimientos, ni practicas maternales…
Pero en otra u otras orillas tenemos una gran indiferencia y un desprecio gigante por la vida humana y su sacralidad. Vida que se expresa en su máxima apertura, pero también en sus máximas vulnerabilidades e indefensiones en los primeros años, en los que es necesario no sólo el respeto, sino sobre todo la acogida, la protección y la empatía.
Una sociedad que desprecia la infancia desprecia el mañana, no se acerca al futuro… y en estos casos la indiferencia es una forma de desprecio. Bienestar Familiar y los maestros y maestras de primaria a través de FECODE tendrían que liderar una campaña de conciencia que nos despierte como país frente a la bandera de la defensa de la infancia.
Esta lucha tendría que atravesarse por un diseño educativo juicioso que sitúe a los niños y niñas en el lugar social que les corresponde. Igualmente por una educación ética que, yendo más allá de lo cívico, instaure en nuestros imaginarios y códigos el respeto y el amor por la vida.
Esos atropellos a la infancia que sufrimos a diario nos muestran que como país estamos dominados por pulsiones e inclinaciones de muerte (tánatos), en lugar de estar habitados plenamente por pulsiones y opciones de Vida (eros). Invito a que iniciemos desde ya estas campañas… en y por todos los medios a nuestro alcance.