Era otro domingo helado en Bogotá. En ese mediodía pocos se atrevían a desafiar al frío pero ahí estaba Gonzalo* de 25 años con su novia Fernanda de 18 y la amiga de ella Juliana que apenas cumplía 17 y recién llegaba de Florencia a pasar una semana de vacaciones. Improvisaban un picnic cuando tres desconocidos se acercaron. Sin mediar palabra lo golpearon, les quitaron los celulares, las billeteras y a las muchachas las metieron a un matorral cercano. Desde ahí los atracadores obligaban a mirar a Gonzalo como abusaban sexualmente de las dos jóvenes.
Todo duró media hora. Nadie vio nada. La policía volvió a hacer su ronda fantasma, la que no sirve para nada, la que siempre está ausente. Los muchachos tomaron un taxi y se fueron al hospital San Ignacio en donde aún se recuperan. Los papás de Juliana están llegando desde Florencia y esperan que las noticias mejoren.
Es increíble que ocho años después vuelva a ocurrir la terrorífica escena de una violación tal y como le pasó a Rosa Elvira Cely. ¿Cómo es posible que el Parque Nacional, el más emblemático del país siga siendo un atracadero en donde no se respeta vida y honra? La escena no pudo ser más dantesca, las jóvenes tardarán años en recuperarse de los traumas. El único consuelo que les queda es que todo pudo haber sido peor, que al menos conservan sus vidas. Ahora tendrá que esperar que haya justicia, algo cada vez más raro en este país.