El sábado que acabo de pasar, en pleno centro de Bucaramanga, se presento nuevamente uno de los actos más inhumanos provocados por un hombre: Arrojar ácido a una mujer en su cuerpo. Seguramente, no más del 5% de las personas, que en este momento leen esta columna, tenían la más mínima idea de que esta bestialidad había ocurrido en la ciudad bonita.
La víctima en esta oportunidad fue: Ludy Guerrero, una señora de 37 años de edad, quien aún permanece en delicado estado de salud en el pabellón de quemados del Hospital Universitario de Santander. La actividad que ella desempeñaba día tras día, en un mundo con tantos “valores”, probablemente sea la razón por la cual este caso no ha sido un boom mediático. Si, ella es una trabajadora sexual. ¿Acaso ser una prostituta, avala que una mujer sea atacada salvajemente por un “caballero”? Por supuesto, que no. NINGUNA mujer debe ser atacada con ácido, ni con ningún otro elemento; pero pareciera que el caso de Ludy, es diferente. “Las comparaciones son odiosas”, esta frase en Colombia se repite constantemente, pero en esta oportunidad, mas allá de ser odiosa, creo que es necesaria. Seguramente, no más del 5% de las personas que en este momento leen esta columna, NO tenían las mas mínima idea de que en el mes de junio del 2010, un caso similar tocó las fibras de la gran mayoría de colombianos. María Fernanda Núñez, una de las más fuertes candidatas a quedarse con el titulo de representante por Norte de Santander para el Concurso Nacional de la Belleza, de ese año, fue atacada con la misma sustancia cuando llegaba a su vivienda. En esa oportunidad, decenas de cámaras y reporteros, cubrían con especial recelo la noticia de la cual era protagonista la hermosa mujer de 22 años nacida en Cúcuta. A esta hora, dudo que alguien aparte de este humilde servidor, este escribiendo algo acerca del caso de Ludy.
Tan pronto se conoció el caso de la reina de belleza, la Alcaldía de Cúcuta ofreció 10 millones de pesos colombianos, como recompensa para dar con el paradero del responsable de la despiada agresión. Hoy, 3 años y medio más tarde, la Policía Metropolitana de Bucaramanga, está dispuesta a poner sobre la mesa, la mitad de la suma económica anteriormente mencionada. El atacante del caso Ludy, aun debe estar caminando tranquilo por las calles de cualquier ciudad o municipio colombiano, lo que en realidad hace que mi ira llegue a un nivel superior. Los grandes medios de comunicación del país, en un acto vergonzoso, han expuesto el caso de la mujer en Santander de la forma más breve posible, o directamente no lo han dado a conocer, mientras el de la hermosa joven en el año 2010 acaparo planas, inclusive en periódicos y canales internacionales. Esto nos demuestra una vez más, cuán importante es en la actualidad es, lamentablemente, ser un personaje público. Estos actos deben ser repudiados por los casi 48 millones de colombianos que habitan el territorio Nacional. No importa si la damnificada es reina de belleza, senadora, cantante, secretaria, prostituta o indigente. No podemos ocultar como sociedad una realidad y solamente exponerla cuando un rostro hermoso como el de María Fernanda es el que ha vivido esta situación tan dolorosa. Es una burla a la humanidad, la actual invisibilización de la realidad, por parte del estado y los medios de comunicación. Esto no solamente lo evidenciamos con estos casos, lo mismo sucede con secuestros, asesinatos, violaciones, etc. No olvidemos que todos tenemos a alguna mujer que hace que nuestra vida tenga color, bien sea una madre, esposa, hija, hermana, amiga, etc. La principal condena a estos actos, debe ser una condena social, donde todos nosotros expresemos nuestro total repudio a acciones bárbaras como estas. Termino mi columna del día de hoy con una frase del Nobel de la Paz Elie Wiesel “Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo”. Espero que algo, de la cita del escritor húngaro-rumano, quede en nuestra memoria y que a partir de ahora, no solamente abramos los ojos cuando un “famoso” es quien pasa por un momento de estos.
Un pequeño homenaje de mi parte para Ludy y todas las víctimas de la barbarie humana.
Fabio Andrés Olarte Artunduaga.