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Los aranceles de Trump son una muralla de papel
Opinión

Los aranceles de Trump son una muralla de papel

Los aranceles norteamericanos los van a pagar los consumidores norteamericanos y son el reconocimiento de una debilidad del sector productivo de Estados Unidos

Por:
febrero 18, 2025
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Cuenta Gabriel García Márquez en el “Relato de un Náufrago” que el 28 de febrero de 1955 se conoció que ocho miembros de la tripulación del destructor Caldas, de la marina de guerra de Colombia, habían caído al agua y desaparecido a causa de una tormenta en el mar Caribe. 10 días después apareció un sobreviviente para escándalo público pues se supo que la causa del accidente había sido el desprendimiento de enormes cajas llenas de electrodomésticos de contrabando mal atadas en la cubierta.

Por esos días y en los años sucesivos muchas cosas entraban a Colombia de contrabando debido a los altos aranceles que buscaban estimular la industrialización nacional protegiendo a empresas que producían artículos más costosos y de menor calidad que los norteamericanos. Aquello terminó con la apertura económica durante el gobierno de César Gaviria que obligó a la industria nacional a ser más eficiente o desaparecer, aunque hoy analistas serios dicen que se mantienen barreras no arancelarias y que la protección sigue. Y el contrabando también. El cuento para decir una verdad de a puño: que los aranceles son una protección a las carencias de la industria nacional y los paga el consumidor del país que los impone.

Aunque casos ha habido, como el de Corea del Sur, que han hecho aperturas hacia afuera impulsando el comercio internacional, pero protegiendo el mercado interno de las importaciones, con excelentes resultados pues fortalecieron industrias exportadoras con alto valor agregado de mano de obra. Ese fue el mecanismo que llevó al éxito económico de los llamados Tigres Asiáticos, porque les permitió construir un sector industrial manufacturero de alta tecnología que competía en el mercado mundial. Sin ir más lejos, es lo mismo que ha hecho China, invadiendo los mercados mundiales y poniendo toda clase de trabas de acceso a su enorme mercado interno.

Del otro lado de la moneda está Estados Unidos de América, que se industrializó gracias al tamaño descomunal de su mercado interno, y se impuso en los mercados internacionales con la calidad de sus productos y sus exigencias de libre comercio. Pero la modernización de la economía norteamericana elevó sus costos internos de mano de obra, así que para abaratar sus productos y sus costos de transporte las inversiones norteamericanas se regaron por todo el mundo. Grandes industrias como la automovilística movieron sus fábricas fuera del país. Hoy el enorme déficit comercial norteamericano se debe en parte a la importación al país de productos de compañías norteamericanas fabricados en el exterior.

El caso de las relaciones de Estados Unidos con México y Canadá es dramático porque treinta años de integración a partir de Tratado de Libre Comercio, que el presidente Trump ha desconocido con una Orden Ejecutiva unilateral, han creado una interdependencia entre esas economías casi imposible de deshacer. No es difícil de entender que esa  esa orden se haya echado para atrás.


La teoría expresada reiterativamente por el presidente Trump de que los aranceles (Tariffs) son una fuente nacional de riqueza que hará de nuevo grande al país tiene sus bemoles


Para resumir: el proteccionismo es una muralla de papel que levanta una economía en formación (o en decadencia) para fortalecerse internamente, encareciendo las importaciones para disuadir a sus consumidores de comprar artículos que se vuelven más costosos que los producidos internamente. Una manera artificial de hacer atractivos los productos nacionales. En ese contexto, la teoría expresada reiterativamente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump de que los aranceles (Tariffs) son una fuente nacional de riqueza que hará de nuevo grande al país tiene sus bemoles.

En realidad el mensaje del presidente Trump es que el mercado interno norteamericano es tan poderoso que ante la amenaza de altísimos aranceles, los productores del resto del mundo, incluyendo los de capital norteamericano, harían mejor en llevar sus fábricas a Estados Unidos y producir allí, porque dependen de que ese mercado les compre como si el mercado norteamericano fuera el único comprador. No les está pidiendo a los consumidores norteamericanos que compren esos productos más costosos (que es el efecto inmediato del establecimiento de aranceles), sino impidiendo de hecho su entrada y forzando a los productores a llevar sus fábricas a Estados Unidos (que es un efecto en el mediano y largo plazos). Como consecuencia los productores del resto del mundo están buscando nuevos mercados.

Es una apuesta arriesgada. Un esfuerzo de tratar de  industrializar de nuevo a un país que se ha convertido en una economía de servicios, tránsito imposible que va contra las realidades económicas y que probablemente quede en el archivo de las iniciativas nacionalistas que están tan de moda.

Sel mismo autor: Con una pizca de sal

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