Los chilenos tenían que elegir entre la permanencia de Pinochet en la presidencia por 8 años más, el sí, o por tener elecciones libres en el transcurso de un año, el no. Tal era la censura y la represión que por primera vez en varios años la oposición a la dictadura militar había tenido un espacio diario de quince minutos en la televisión nacional.
En 1973, después del 11 de septiembre, cuando se bombardeó la Moneda, la sede del gobierno en el centro de Santiago, se instauró una dictadura de los militares conchabados con la plutocracia chilena. Los militares se habían levantado contra el gobierno del socialista Salvador Allende que había llegado al poder de una manera democrática. Volviendo al plebiscito, en la película del No que narra la campaña publicitaria por esa opción, protagonizada por el mexicano Gael García, se muestra que el régimen estaba confiado en el éxito del sí por el supuesto boom económico publicitado extensamente pero que llevó al 40% de la población chilena a condiciones de pobreza y a una minoría, a la riqueza y a ser dueña del país. Pinochet y los militares tenían a su favor el control de los medios. El Mercurio, el principal periódico chileno, y su red de diarios regionales mantenían el fervor por Pinochet y los militares generaban la opresión y la sumisión a través del miedo.
La década de 1980 fue una década de protesta y de reconstrucción de la oposición a la dictadura donde se abrió la posibilidad de un Chile libre y nuevo. El plebiscito fue un intento del régimen por legitimarse en el exterior (Pinochet ya contaba con el visto bueno de Juan Pablo II, que visitó ese mismo año a Chile) pero la oposición vio una ventana para dar una visión de la democracia distinta a la que había sido apropiada por los militares, basada en el boom económico y las oportunidades de enriquecerse que promovía el modelo económico de la escuela de Chicago, adoptada por los chicago-boys criollos, donde la corrupción era el aceite del motor del éxito individual y corporativo.
Sucesivos gobiernos elegidos democráticamente de la Concertación se sucedieron después del triunfo del no en una transición que no había tenido graves sobresaltos. La Concertación, una coalición de fuerzas opositoras a Pinochet, restauró la democracia y lograron algunos logros sociales, crecimiento económico, reducción de la pobreza e incremento de la esperanza de vida. Pero al mismo tiempo, manteniendo el modelo neoliberal y los privilegios de las élites. Sin embargo la Constitución de 1980 aunque ha sido modificada, contiene aún lastres que provienen de los privilegios otorgados por la dictadura al gran capital. Los políticos de la derecha latinoamericana, ahora en silencio, seguían poniendo de ejemplo de éxito económico al milagro chileno.
Sin embargo, la globalización ha tenido como consecuencia una separación más aguda entre ricos y pobres, una insatisfacción creciente de la población más joven y una desconfianza en la manera tradicional de hacer la política.
Con el segundo gobierno de la derecha de Sebastián Piñera, quien ganó las últimas elecciones de 2017, las iniquidades y la falta de confianza ciudadana no se han podido solucionar y se han agudizado. El sistema político ha continuado vertical, con un gran déficit de sintonía entre los dirigentes políticos y la sociedad. Un sistema educativo privatizado y dado a terceros, matrículas universitarias públicas con similar costo de las universidades privadas, privatización de los servicios del agua por ejemplo, aunadas a los requerimiento de una población más consciente de sus derechos han dado paso a la protesta en las calles y, por lo tanto, la crisis política y social ha estallado y aun no se vislumbra un horizonte.