Aún se ven por las calles bogotanas. Perdidos entre los autos de alta gama y los trancones, inmunes al tiempo. Después del escarabajo de Wolkswagen fue el carro que mejor se vendió entre los solteros plays en los años setenta. Pero luego se convirtió en el carro de la familia. Hoy en día son una joya. El primero que se vendió fue en 1966 y se hizo en el concesionario Auto Andes. En ese momento se ofrecieron dos versiones, el convencional y del chasís que era una especie de furgoneta. Sin embargo, con el nacimiento de SOFASA en 1970 y su planta en Envigado arrancó oficialmente la era del Renault 4 en Colombia. Es paradójico que el primer comprador de uno de sus autos se diera sólo un mes después de su lanzamiento. La gente estaba escéptica, era un diseño demasiado innovador. El ejemplar número 1 lo compró el médico traumatólogo Darío Mesa Agudelo. SOFASA le volvió a comprar número 1 al médico en 1992 y hoy lo guarda como si fuera un tesoro. Es que en realidad lo es.
Fue justamente una estrategia publicitaria lanzada en los periódicos del país de manera agresiva la que disparó sus ventas bajo el lema de Colombia tiene carro propio. Lo vendieron con la idea de que era el carro ideal para los rallys en el país. A mediados de los setenta explotó la idea. Y en 1975 surgió una propaganda en televisión que rompió con todo. El amigo fiel. El comercial todavía se puede ver en Youtube.
En 1980, con varias versiones criollas, se llegó a vender una cantidad inusitada de autos para esa época, 7.952 unidades. Se crea además entre 1977 y 1982 unas válidas automovilísticas llamadas Copa Renault en donde incluso participó en uno de sus autos Pablo Escobar antes de ser un reconocido narcotraficante. En 1992 con la aparición de otros autos como el Mazda 323 y el Chevrolet Sprint, terminó toda una era con estos autos. Desde entonces son considerados joyas absolutas. Si tienen uno lo mejor que deben hacerlo es conservarlo. Son eternos, como los cerros.