Cuando en 1993 Marcelo Cezan lanzó su disco Nueve semanas y media, no podíamos creer tamaña bobada. Eran los años del Nevermind de Nirvana, de Alice in chains y todo lo que no estuviera roto, todo lo que fuera bonito lo arrojábamos inmediatamente a la hoguera del más profundo de los desprecios. Marcelo Cezan no sólo era actor de telenovelas, hermoso, sino que también cantaba. Su pináculo vino hasta el año 2.000 cuando hizo junto a una jovencísima Carla Giraldo Lolita y luego vino un bache. Un bache de mas de una década, un bache en donde Marcelo se enfrentó a sus peores demonios, incluida la droga, el alcohol, la quiebra.
Se reenganchó en la televisión haciendo algo para lo que resultó genial, entrevistar personas. Con un carisma arrollador, escuchando, que es un arte que aprendió de la actuación, Marcelo encontró en Bravísimo, el programa de City TV, el lugar para reinventarse, para volverse a hacer después de unos años condenado al ostracismo.
Ahora Marcelo es, tal vez, el mejor entrevistador del país. Tiene recursos, ni siquiera debe saber del tema, con sólo tocar una guitarra o hablar de su amado deportivo Cali tiene para hacer cómodo al entrevistador más mezquino, más apático. A mi me alegra ver a Marcelo, empoderado, usando la radio además como un vehículo para conectarse con la gente. Cezan es un sello y a sus casi cincuenta años sigue siendo un tipo hermoso, como si el tiempo no pasara por su piel, no lo tocara, como si fuera inmune a la fealdad.
Qué lejos quedaron los días en lo que le creíamos a Martin de Francisco y pensábamos que él era un completo idiota.