Sabandija. Algunos creen que son reptiles, otros afirman que son insectos pero todos coinciden en que son despreciables. No aparecen en las campañas solamente cuando hay abundancia, promesas o migajas para repartir. Siempre habitan en directorios, sedes políticas y movimientos de todas las esquinas ideológicas. Su ambiente es la suciedad, su aporte la mentira y su propósito incitar al caos para que algo caiga de la mesa. Se alimenta de poquedades y es su manjar el sobrado de tigre, el remanente de celebración o el simple pegado de olla.
Lagarto. Son los más reconocidos pero por pertenecer a una familia extremadamente numerosa, a veces solo se los identifica cuando ya han hecho el daño. Algunos se arrastran como víboras y otros tienen patas que les permiten desplazarse por zonas de calor, de acuerdo con el aceleramiento que requiere su amo, a quien no aman, sino que le “sirven” mientras este les sirve.
Necesitan, como tímidas mascotas, que alguien los adopte y por ello realizan todo tipo de piruetas, escalan muros, vigilan desde lo alto, se arrastran con la facilidad de quien no tiene escrúpulos y por figurar en fotos, nóminas, invitaciones, reuniones o acuerdos políticos, como sus cercanas, las cucarachas, son capaces de volver donde los han pisado y de renovar afectos donde han sido humillados.
Como son capaces de oler con la lengua, cuentan como cualidad el ser capaces de aguantar hambrunas, largos viajes o incómodas noches de insomnio con tal de percibir información que les sirva para sus propósitos de posar como sabiondos y de participar como expertos en cuanta conversación o controversia se suscite. Todavía nadie ha podido explicar por qué a quienes se hacen llamar líderes o jefes, les encanta tenerlos a su alrededor. Por supuesto que estudiosos del tema se atreven a afirmar que puede ser porque todos ellos buscan votos para luego gobernar como reyes, por lo cual tanto el tratamiento como el entrenamiento de tales animalejos, se asemeja al de súbditos, un término que a los lagartos les suena a puestos.
Camaleón. Su principal característica es que cambian de color pero ya no como estrategia de defensa sino como camuflaje de conveniencia. Esos reptiles que se arrastran de campaña en campaña siempre tienen como objetivos primordiales plata y puestos. Antes era común verlos con trapos rojos, azules o amarillos, luego les dio por ponerse la mano en el corazón y ahora posan de héroes blandiendo banderas de la prosperidad como ellos las llaman. A un simple guiño, pasan de nuevo al rojo, ya algunos están allí y aseguran que nunca se fueron. Otros se están tornando azul prusiano pero solo por unos meses cuando engrosarán o la religión del pulso fuerte o la multicolor de todos ponen, uno gana; hasta verdes podrían aparecer porque la contaminación ideológica los tiene confusos.
Pero ojo, aunque parezca fácil, no es posible identificarlos a simple vista, existen, según los entendidos, 161 especies y su lengua rápida ensaya discursos creíbles donde arriman, mientras sus ojos, que miran independientemente uno del otro, identifican candidatos necesitados de mentiras electorales, para ofrecerles su misma lista de viejas lealtades.
Perros sarnosos. Son animales grandes, casi siempre. Se enferman por comerse todo lo que les dan sin tomar precauciones. Su apetito voraz los lleva a cometer errores porque carecen de la cautela necesaria para diferenciar lo sano de lo venenoso, que en todo caso no les causa daño porque su estómago transforma engaños en resentimientos y por ello gruñe, ladra y muerde cuando les dan la oportunidad, y cuando no, amenaza.
Son muy conocidos porque de ellos se cuentan historias que siempre terminan en lo mismo: muerden la mano de quien los alimenta pero igualmente y sin que nadie sepa cómo, encuentran nuevamente quién les dé de comer y cuando logran llenar sus ansias, retozan por breve tiempo al lado de su nuevo protector al que abandonarán cuando ya no tenga nada para ofrecerles. Por ello, cada primero de enero del nuevo cuatrienio, asisten a posesiones y celebraciones con los ojos muy abiertos y las orejas levantadas, esperando comida en abundancia.
Cerdo. Recién bañaditos lucen frescos y cercanos pero tienen una clara tendencia a vivir en cloacas que cada vez se vuelven más nauseabundas por la acumulación de sus propios excrementos. Comen todo el tiempo y engordan como consecuencia de tragar entero, de no detenerse a disfrutar porque su interés es solamente llenarse, lo cual los convierte en presa fácil e indefectiblemente alguien se los comerá después. Su vida es corta, por eso su principio motor es el de los sicarios: hartarse mientras dura su corta vida.
León. Casi siempre muere de viejo y aunque todo el mundo quisiera cazarlo, a uno de sus rugidos, todos se ponen a sus pies. Es el rey y a su paso todo está dispuesto para que ejerza el mando. Entiende que no está hecho para servir y que en su lenguaje no existen palabras como derecho, justicia, equidad o méritos porque igual se traga a quien encuentra en su camino cuando de alimentar nóminas o arcas se trata. Aunque reconoce que todos le sirven, cuando hay oportunidades, solamente su manada tiene derecho al disfrute y mientras se lame de placer, bambolea su cola mientras ve como sus sobras se convierten en rapiña de servidores y tecnócratas.
Siempre anda acompañado de áulicos, ordena sin dudar y decide sin preguntar. Cuando requiere de ayuda, se aleja un poco para que quienes les son útiles tomen confianza para después devorarlos sin derecho a reconocimientos o incentivos. Solo respeta a sus iguales, pero cuando no son de su familia, los ataca cuando los ve solos o abandonados, lo cual lo cotiza ante quienes pretenden derrotarlo o reemplazarlo
Por supuesto también existen sapos, gallinas culecas, ciervos, micos y vacas lecheras, pero de esos otros animales, un poco más benéficos, hablaremos después.