Durante décadas, las comunidades afro e indígenas han sido relegadas de las mesas donde se discute sobre la paz en este país. Me refiero concretamente a las mesas estructuradas por los diversos gobiernos colombianos, ya que estas comunidades han venido trabajando desde sus diversos sectores con múltiples propuestas sobre cómo se debería manejar el país. Es probable que algunos se aventuren en decir: “Las comunidades afro y los indígenas sí han estado en las mesas de diálogo”. Lo que planteo es que dichas comunidades no han estado en el centro de los diversos debates.
La mesa de diálogo de La Habana requiere de manera permanente la participación de la gente afro e indígena, debido a que gran parte de su población se ha visto afectada por esta cruenta guerra que, día a día, desangra a los más desfavorecidos del país, toda vez que ningún hijo de presidente de la Nación, ningún hijo de ministro o congresista ha ido a las zonas de combate. Son los afro, los indígenas y demás jóvenes y jovencitas de los estratos empobrecidos quienes siguen siendo utilizados como carne de cañón.
Los empresarios tienen su postura frente a esto que ha sido llamado como proceso de paz, las multinacionales tienen sus posturas, todas ellas están relacionadas con la explotación de los territorios ocupados por los afro, indígenas y demás sectores del campesinado. Pero deseo resaltar a los afro e indígenas, aquellos que son consecuentes con la recuperación de su ancestralidad, aquella que les ha permitido sobrevivir en armonía con el universo, ellos han dejado claro que no le apuestan a un proceso de paz que los excluya de las discusiones de fondo.
Hay una intención bastante acentuada, yo diría que de un sector del gobierno y de los empresarios, en dejar por fuera a los afro e indígenas de la discusión central, toda vez que existe el temor de que estos dos grupos replanteen la estructura de todo el aparato estatal. Esto es desestructurar la economía de mercado, donde no solo la naturaleza hace parte de una compra-venta sino también un número significativo de seres humanos que están siendo esclavizados a la mejor manera que la modernidad plantea.
No habrá una paz real hasta que los afro, indígenas, campesinos y de más sectores populares tengan una silla en La Habana, de lo contrario seguiremos siendo testigos de madera, de algo que nefastamente se le está llamando proceso de paz.
*Miembro de CADHUBEV-Colectivo Afrodescendiente pro Derechos Humanos Benkos Vive Universidad del Valle.
Educador Popular
Mg. Ciencia Política. IAEE-Instituto de Altos Estudios Europeos sede Bogotá
Docente Universidad del Valle y Universidad Andina.
[email protected]