¿Se pusieron de acuerdo los amigos de Fajardo para acabar con la reputación de la última esperanza verdadera de nosotros los pobres? Desde la semana pasada, cuando Daniel Coronell, hastiado de hablar de su perrita Nutella, decidió generar un escándalo con una columna ininteligible, Gustavo Petro se volvió tendencia. Le han dicho de todo, desde mal alcalde hasta mala persona. Los ataques han venido de todos los bandos. El uribismo ni siquiera se ha tenido que ensuciar sus manos en ese pozo infecto. Gente de izquierda como Wilson Borja y Piedad Córdoba pusieron en duda su integridad y, con fiereza, pusieron en entredicho su calidad humana. Ahora, la cereza del pastel, la nueva integrante de este bullyng infame es Vicky Dávila. A la reina de los mediodías le incomodó que Gustavo Petro llegara 38 minutos tarde a su cita. Los calificativos que usó son inaceptables. Igual volvió a lograr su cometido: fue el programa más escuchado del día y una vez más se impuso como máxima tendencia en redes.
Lo descorazonador es constatar lo solo que está Gustavo Petro. Ante la encerrona ningún medio lo auxilia. Ya sabemos que para los medios imparcialidad significa darle duro al exalcalde de Bogotá. Los intentos de descalificar al que iba a ser, con más de ocho millones de votos, el jefe de la oposición ya son repetitivos y sistemáticos. No es Petro el que divide, son sus enemigos los que lo hacen. Y ahí estamos, de un lado los pobres que votamos pensando en lo que más nos conviene, en el candidato que sí nos representa, y del otro lado los pobres lobotomizados que, sin trabajo y llenos de hijos, votan por el candidato de Uribe, el hombre que evitó, con su reforma pensional, que llegáramos a la vejez lejos de la más indigna de las miserias.
Los ataques hacen más fuerte a Gustavo Petro y a los petristas que ahí estamos, firmes para el 2022. Pueden venirse con lo que sea y ahí estaremos, dispuestos a responderle de manera pacífica y calmada, con la superioridad moral de los que estamos del lado correcto de la historia.
