Pensar en Isabel II es sinónimo de the duty. O en su traducción al español, el deber. Mantuvo su papel de matriarca y rara vez se ausentó de reuniones oficiales. Vivió dos guerras mundiales, el paso de 15 primeros ministros británicos, siete papas, la construcción y la caída del Muro de Berlín y el Brexit del Reino Unido sin mayores escándalos personales salvo por los de su consorte Felipe, conocido por una juventud desenfrenada, infiel y excesiva.
Ambos fueron miembros de la realeza: ella la hija de la reina Isabel (madre) y Jorge VI del Reino Unido; y él de Alicia de Battenberg y Andrés de Grecia. Se conocieron en la embarcación Britannia del Royal Naval College cuando apenas ella tenía 13 y él 18. Cuatro años adelante, con el nombre de la familia del príncipe en desgracia y en un exilio político fuera de su natal Grecia, los nobles iniciaron una relación a la distancia de esas que se ven en las películas de Disney: a punta de cartas y promesas por cumplirse después de la Segunda Guerra Mundial.
En principio la familia real británica se opuso a la unión, pero ella joven, enamorada y obstinada, con 21 años “cogió el toro por los cachos” y se casó en la Abadía de Westminster con quien sería el único amor de su vida. Él en cambio, alto, atlético, apuesto, arriesgado y con pinta de dios griego, no tardó mucho en protagonizar rumores de ser un playboy entre las más selectas élites de la sociedad europea.
Desde aquella época el príncipe se mantuvo a la sombra de la reina y tuvo que conformarse con un papel de “amo de casa”. Fue ahí cuando se creó una fama de Don Juan y se le vinculó con nombres como Daphne Du Marier, cuyo marido trabajó en la oficina del príncipe; Helene Cordet, madre de uno de sus ahijados; y Pat Kirkwood, una famosa estrella de música quien, según los críticos de la época, tuvo unas piernas dignas de ser nombradas como la octava maravilla del mundo moderno. Según Sarah Bradford, biógrafa de la reina Isabel II, el príncipe continuó sus aventuras, pero desde la década de los 50 decidió ser más discreto.
Aunque los amoríos no llegaron a demostrarse oficialmente, siguen siendo un secreto a voces entre miembros de la familia real y fanáticos de los royalties alrededor del mundo. Es más, la figura del príncipe fue tan controversial que pasó a la historia del Reino Unido por su humor negro y comentarios racistas en contra de los habitantes de las colonias inglesas en diferentes lugares del mundo.
Podría decirse que este fue un romance de amores y odios, pero en realidad sirvió de soporte; al punto que la reina pidió públicamente al príncipe no morir antes que ella durante el festejo de su jubileo de diamante en 2012. Aunque lo dijo en broma, la realidad es que ella lo vio siempre como polo a tierra y único amor, de esos que perdonan las traiciones más dolorosas, sobre todo las que tienen que ver con el corazón.
Hoy, un año y cinco meses tras la partida de su amado Felipe, la reina Isabel II fallece: algunos dirían que su cuerpo se marchitó por soledad, otros que lo hizo por desamor, pero lo cierto es que su salud se debilitó aún más. La buena noticia es que se reunirá con el príncipe de nuevo. Y quién sabe si en el más allá, lejos de los fisgones mortales, por fin le pedirá cuentas a su infiel esposo.
