Las voces críticas en torno a la fragilidad de muchas democracias se hacen sentir en muchas naciones latinoamericanas, pero el Perú es la más clara representación de la ausencia de solidez democrática en sus instituciones.
A solo tres meses de haberse posesionado como presidente, Pedro Castillo ya enfrenta la primera moción de vacancia, por la causal de "incapacidad moral permanente", una figura establecida en el Artículo 113 de la Constitución Política del Perú, a través de la cual el año pasado se provocó la renuncia anticipada del presidente Pedro Pablo Kuczinsky antes de ser vacado, la destitución del presidente Martín Vizcarra, así mismo dejó el gobierno en interinidad inicialmente en manos de Manuel Merino y a los 6 días Francisco Sagasti, de tal suerte que el Perú llegó a tener tres presidentes distintos en una semana.
A esta crisis hay que sumar la condena a Alberto Fujimori por delitos de lesa humanidad, el juicio a Ollanta Humala por su presunta relación con Odebrecht, la detención de Alejandro Toledo y el suicidio de Alan García, previo a su detención, por temas que guardan relación con las investigaciones de la multinacional brasilera, hechos que sin duda hacen parte del entramado de anarquía que ha convertido a esta nación liberada por Simón Bolívar y José de San Martín, en un territorio ingobernable.
A diferencia de la percepción apresurada del común y del análisis ligero que pueda hacerse desde fuera, estos hechos no corresponden al carácter indómito de sus gentes o a la intemperancia que caracteriza a los incas, sino a la instrumentalizacion amañada de figuras como la moción de vacancia, la flexibilizacion en su uso, la fragmentación y polarización política, que se mueven más por la emotividad que por la objetividad.
Lo anterior nos conduce a precisar que pese a las múltiples objeciones que se le pueda hacer al sistema normativo colombiano, a los gobernantes, al diseño institucional del Estado, a la forma de gobierno, se cuenta con instituciones que se han fortalecido históricamente, al menos desde la expedición de la Constitución de 1991. El caso del Perú pone de presente que no se trata de vencer a través de imposiciones ideológicas de izquierda o derecha, sino a través del fortalecimiento de las instituciones, de la legitimación democrática y de lograr el crecimiento del conglomerado aún a pesar de las diferencias.