Dicha masa ha protagonizado recientemente procesos de enorme envergadura y gran impacto histórico sin antecedentes en el recorrido vital de la nación colombiana.
Me refiero a la experiencia de la alcaldía de Gustavo Petro en Bogotá y las políticas implementadas por su administración que favorecieron grupos sociales excluidos y en condiciones extremas de pobreza, las cuales fueron objeto de una feroz arremetida desde la ultraderecha sectaria del exprocurador Ordóñez y desde los grupos seudoempresariales mafiosos que disponían de aberrantes monopolios en sectores claves del gobierno como el manejo del agua, las basuras, la salud y la educación.
Petro terminó su gobierno en la capital y grandes masas populares afianzaron su respaldo a la propuesta humana del exalcalde.
De igual manera, me refiero a los casi siete millones de colombianos que apoyaron el proceso de paz en el plebiscito del 2016, no obstante el precario triunfo de la facción violenta de la élite terrateniente y militarista que con mentiras engañó a millones de ciudadanos.
También me refiero a las importantes votaciones obtenidas por la izquierda en las elecciones legislativas y en la primera y segunda vuelta presidencial en donde el candidato Petro alcanzó más de 8 millones de sufragios.
Estos acontecimientos asustaron a los clanes dominantes y cerraron filas con la candidatura de Iván Duque, el señalado por Uribe Vélez.
El bloque tradicional de poder de las élites agrarias, militares, financieras, empresariales y pro-gringas sabe que su fin político está muy cerca, pues la determinación popular es desalojar del Estado estas mafias criminales que acaban de recibir otra contundente advertencia con las votaciones de la consulta anticorrupción, cercanas a los 12 millones de votos.
Para impedir y bloquear este fenomenal ascenso democrático está en curso una estrategia orientada a destruir los liderazgos nacionales más destacados y para fomentar y alimentar divisiones que paralicen y dispersen la movilización social incontenible.
La casta quiere colocar a la defensiva a Petro, enmarañar las garantías para su movimiento Colombia Humana, mediante el desconocimiento de sus derechos jurídico-electorales, y estimular rivalidades artificiales en la dirección que impulsó y promovió la masiva votación contra la corrupción el pasado 26 de agosto.
Lo que Petro y los otros líderes deben entender es que la prioridad es la unidad y mantener la iniciativa con lo que fueron los elementos centrales de su narrativa presidencial para convocar a los estudiantes, a los jóvenes, a los campesinos, a los trabajadores, a las mujeres, a los intelectuales y a las capas medias.
Frente a la cascada de impuestos de Carrasquilla lo que procede es la movilización popular contra este nuevo asalto a las débiles condiciones de vida de millones de colombianos.