A Carlos Gaviria Díaz le debo la descomposición etimológica de una palabra importante en la filosofía, la ciencia y el pensamiento: utopía. El prefijo sencillo (del griego) 'ou' hace referencia a una condición negativa (no) y 'topos' traduce 'lugar'. En ese orden de ideas, decía Gaviria Díaz, una utopía no es algo imposible o irrealizable, sino una idea, un concepto, una metodología que no tiene espacio en el presente. Así las cosas, la ardua labor de quien formula una utopía consiste en el esfuerzo descomunal de construir un sitio donde ese ente conceptual, filosófico o social pueda existir, respirar y desarrollarse.
La trascendencia de esta idea radica en que no se discrimina entre ideologías, áreas del conocimiento o disparidades teóricas. Sirve como mapa y hoja de ruta para aquel que encuentre un cuestionamiento al estado actual de un fenómeno humano. Es útil para soñar sin la necesidad de perder el rigor científico. Pero sobretodo, la(s) utopía(s) permite(n) materializar aquello que en algún momento creímos inviable: la igualdad entre los hombres, los derechos fundamentales o la democracia sustancial.
Menciono estas últimas conquistas de los estados modernos y contemporáneos, porque fueron algunas de las que defendió Gaviria como magistrado de la Corte Constitucional, político, académico y ciudadano. Uno puede estar de acuerdo o no con tales defensas, o preguntarse si estas realmente han sido logros o son, por otra parte, espejismos de una comunidad más civilizada. Eso, a decir verdad, no interesa ahora. Lo más llamativo está en que Carlos Gaviría Díaz estaba profundamente convencido de que estas utopías merecían tener un lugar en el planeta, y que hasta sus últimos discursos públicos, columnas, conferencias y libros, prometió estudiar, leer y debatir para abrirles un espacio en el mundo teórico, social y cotidiano.
Si bien es cierto que la utopía del excandidato presidencial por el Polo Democrático no es la única, su quehacer jurídico y político ha promovido la posibilidad de que esta exista en la academia y en la sociedad como una opción para pensar el mundo. Abrir el campo de análisis permite compartir ideas, confrontarlas y someterlas al escrutinio público.
En este sentido, no se podrá decir jamás, que Carlos Gaviria Díaz no fue una utopía por sí mismo.
