Lo suficiente
Opinión

Lo suficiente

Empresas e individuos por multiplicar sus ingresos están dispuestos a todo

Por:
agosto 15, 2022
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Las imágenes son escalofriantes. Redadas de policía que encuentran cuerpos inertes, de rostros desencajados y entumecidos, tirados en el piso. Largas filas de pacientes ansiosos, encorvados y ojerosos, que esperan, fuera de clínicas hechizas, el medicamento que les quitará por un rato el dolor. La cifra siniestra: cada veinticinco minutos nace un bebé en Estados Unidos con síndrome de abstinencia de una droga legal y ampliamente promocionada.  La familia Sackler, reconocidos filántropos de museos y universidades, convirtieron la adicción de millones de niños, jóvenes, ancianos, mujeres y hombres en un negocio estupendo que multiplicó su riqueza hasta el absurdo; mientras las autoridades se veían maniatadas por el poder corruptor del dinero y la manipulación de la información. Desde hace al menos veinte años, la sociedad norteamericana padece una epidemia sanitaria derivada de la más honda y devastadora de sus aflicciones: la codicia.

La tenebrosa droga, llamada Oxicodona, que incluye el poderoso y envilecedor efecto del opio, fue lanzada al mercado con la venia del gobierno gringo a través de una  mendaz y tergiversada campaña en contra del dolor. La etiqueta del calmante, aprobada y bendecida por expertos, afirmaba que sus efectos adictivos eran inferiores al uno por ciento.  Mentían. En la trampa (y el negocio) cayeron miles de médicos que, alentados con incentivos por la empresa de los Sackler, Purdue Pharma, aumentaron sustancialmente las prescripciones del medicamento. El resultado del mortal emprendimiento de la familia (pioneros en la publicidad engañosa de drogas legales) conllevó a la pérdida de 500,000 vidas, la adicción de millones y la destrucción sistemática de un número similar de familias. Dos décadas de destrucción que, se teme sin exagerar, tardarán en desaparecer. (Recomiendo el estupendo documental de HBO El Crimen del Siglo y la conmovedora serie de Star PLus Dopesick que retratan de manera magistral la infamia y el dolor que causó el medicamento y otras drogas parecidas).

Inevitablemente, semejantes ejemplos de codicia y cinismo llevan a preguntarse por alguna razón probable (o improbable) que sirva como explicación de esta y otras atrocidades. ¿Cómo es posible que por hacerse más ricos (ya lo eran desde hacía medio siglo) una familia decide enfermar y condenar a millones de personas? Lamentablemente, la conducta de los Sackler no es excepcional o una rareza: la actualidad está cercada por cientos y miles de comportamientos y ejemplos similares. Empresas e individuos que por multiplicar sus ingresos están dispuestos a todo. Una forma de corrupción espiritual que se vale a sí misma como justificación: el dinero por el dinero. Nada más importa.

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¿Cómo es posible que por hacerse más ricos (ya lo eran desde hacía medio siglo) una familia decide enfermar y condenar a millones de personas?

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Me atrevo a proponer una explicación. Una razón simple: como individuos dejamos de preguntarnos el significado y alcance de lo suficiente. Inundados en una sociedad de consumo en la que tener y desechar se han convertido en sacramentos de la existencia humana, encontramos cada vez menos espacios y oportunidades para declararnos y sentirnos satisfechos. Para muchos, pensar y determinar dónde, cuándo y qué es lo suficiente es una afrenta contra el desarrollo personal y una guillotina a las aspiraciones propias. No obstante, no se trata de eso en absoluto. En mi parecer, lo suficiente es un lugar en donde nos detenemos, miramos hacia atrás y respiramos, por fin. Es un momento de descanso y aceptación existencial. Un instante definitivo y previo en el cual comprendemos los confines de nuestras propias vidas; dejando atrás esas fábulas heroicas e improbables que nos han repetido por años y que nos han causado tanta frustración. Las fantasías que -a sabiendas- confunden la felicidad con la acumulación.

Se trata de un ejercicio consciente y sencillo. Una pregunta cuya respuesta se convierte en un punto cardinal de la vida: un horizonte tan amplio como cada quien desee. Así como tomamos muchas decisiones que transforman para siempre nuestras vidas, no sobra que en algún momento pensemos, calculemos, y marquemos en el calendario esa ineludible fecha. Esa mañana fría, ese sorbo de café, en el que nos digamos a nosotros mismos: ya no más, ya estuvo bien. Llegamos.

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