El día de ayer se realizó una consulta para conocer la opinión frente a la designación de decanos de la Universidad Nacional de Colombia para el período 2016 – 2018. El primer cuestionamiento a debatir, aparentemente, sería el sentido que este sondeo tiene en la construcción de la democracia universitaria. En otras palabras, si la realización del mismo cumple alguna función importante para el proceso de elección como tal.
Este primer debate surge teniendo en cuenta que quien toma la decisión es el Comité Superior Universitario (CSU) que en repetidas ocasiones ha ignorado la opinión de la comunidad universitaria (docentes, estudiantes y egresados). Sin embargo, desde mi punto de vista, no se puede hablar de democracia universitaria cuando la mayoría de los estudiantes desconocen los procesos de selección y representación, y cuando otro tanto de esta población simplemente no evidencia interés en temas de esta naturaleza política y administrativa; muestra de esto es la baja participación en el sondeo realizado el día de ayer, en donde el mejor de los escenarios lo tuvo, en la sede Bogotá, la facultad de Enfermería con un 37,484% de participación de los estudiantes. En las facultades restantes, la participación no superaba el 20%. La pregunta es, teniendo en cuenta la escasa contribución estudiantil ¿Las críticas al proceso son aceptables después de la baja actuación de quienes se oponen al mismo? ¿Cómo puede exigirse democracia universitaria, si no nos interesa hacer uso de los mecanismos para construirla? Esto hace que el concepto sea algo simbólico y que se use como herramienta discursiva estrictamente.
Al tratarse de temas que competen a la totalidad de la comunidad universitaria, la ignorancia y el no interés evidenciado, nuevamente, en procesos democráticos de este tipo, sugiere un fallo en el conocimiento de la estructura administrativa que regula la universidad, y así mismo, este cómodo desconocimiento puede proyectarse para escenarios futuros de mayor importancia, como por ejemplo el plebiscito por la paz. Esta situación abre las alarmas en cuanto a la calidad de los espacios para debatir esta información, y a la carencia de cultura política que, en un contexto como el nuestro, debe ser fundamental en la juventud colombiana.
El llamado es entonces a asumir la tarea de participar en estos procesos, con argumentos que demuestren conocimiento e interés por el tema; tema que no puede tomarse a la ligera, pues constituye un proceso democrático que debe ser primordial en el imaginario colectivo universitario. De acuerdo a lo anterior, no esperemos hacer críticas a la validez del proceso, cuando la participación en el mismo es casi deprimente.
