No dicen las Farc cosas importantes ni originales ni ciertas. Pero es preciso oírlas para saber lo que quieren y para tomar posición frente a lo que pretenden.
No puede esperarse de gente tan elemental y bárbara más de lo que puede dar. Por eso es preciso descubrir al que maneja la marioneta, tira la cuerda, hace saltar el muñeco y lo pone a decir lo que dice. Pues sin que el personaje tenga el monopolio de aquellas gesticulaciones y decires, no tenemos duda de que el cura jesuita Javier Giraldo es parte del elenco marxista que sirve de consueta y guionista de la tragedia. Por eso leímos con soberana paciencia las páginas que escribió para componer la “Memoria Histórica” del conflicto, escrita por doce personajes que recibieron en pago cincuenta millones de pesos por individuo. Buena gratificación, eximidos como quedaron de una presentación única, siquiera armónica de lo que escribieron.
Pero vamos con el cura, uno de esos especímenes que persisten en sostener la posibilidad de un marxismo cristiano, que vale tanto como insistir en la cuadratura del círculo. Pero no para una discusión estéril, tantas veces reconocida imposible. Lo que pretendemos es descubrir, a través de Giraldo, qué es lo que piensan las Farc. Y entonces sí que resultan apasionantes sus cuarenta y cuatro páginas, impotables si se las leyera con otro criterio.
PRIMERO. Las Farc existen porque nacieron de la lucha de la tierra y obran para resolver el problema de su reparto.
“Si ya la escandalosa y socialmente insoportable concentración de la propiedad de la tierra había hecho estallar el conflicto en los 60, en las décadas que siguieron (1970 a 2011) el despojo violento y el abandono forzado de tierras agravaron en gran medida la causa principal del conflicto.”
No cabe duda. Las Farc van por la tierra y ya dieron pasos en firme en los documentos que suscribieron con los “plenipotenciarios” de Juanpa.
SEGUNDO. Los medio de comunicación.
“Ya que los medios masivos de información y comunicación son hoy el mayor obstáculo para que sean reales el derecho a la verdad y el derecho a la información, debe pactarse, como condición previa a todo acuerdo de paz, una democratización de los medios masivos y un período suficientemente amplio de ese ejercicio democrático”.
Es una lástima que lo medios, y sus dueños, no hayan entendido que la confiscación de su propiedad corre pareja con la de la tierra. El cura Giraldo, Cuba y Venezuela son claros exponentes de la idea.
TERCERO. La fuerza pública.
No sabemos si el señor General Mora enseña en los cuarteles, y sobre todo en las escuelas de Oficiales, lo que pasará con ellos. Tal vez no le hayan dejado tiempo para leer lo que dice al respecto este cabal intérprete de las Farc. Leámoslo:
“Por ello la Paz exige una transformación radical de la fuerza pública, empezando por la separación de esa misión de su actual personal vinculado. Hay que crear una nueva fuerza pública incontaminada desde su origen de tales doctrinas y prácticas. Es imposible construir paz con un ejército adoctrinado para la guerra, y para una guerra cruel, antidemocrática y que ha tenido por objetivo amplias franjas de población civil que identifican con maneras de pensar que no son las de la élite gobernante y/o de potencias imperiales.”
Insistimos en que las citas son textuales. Giraldo pertenece a una fracción de la Iglesia que olvidó el Evangelio y no ha tenido tiempo para aprender Política. Ni a escribir.
CUARTO. El modelo económico.
Las FARC han guardado últimamente en silencio este tema. Pero no lo han abandonado. Oigamos a su cura portavoz.
“El Gobierno debería aceptar que el conflicto que quiere hacer llegar a su fin tiene raíces evidentes en la injusticia y actuar en consecuencia, o sea, aceptar que las conversaciones toquen el modelo económico político y le encuentren salidas éticas y democráticas.”
Más claro, ni el agua. Las Farc quieren la tierra, la suya es un buen punto de partida o “case” como dicen en póker; quieren los medios de comunicación, esos mismos que se complacen tanto en aplaudir el proceso que terminará por confiscarlos; quieren una fuerza pública —ejército y policía— incontaminada, para lo que es preciso cambiarla toda, íntegra, de arriba a abajo; y finalmente un modelo económico político que sea democrático y ético, agregamos otra vez que como el de Cuba o Venezuela.
No es todo lo que quieren las Farc. Pero es evidente que quieren todo esto, que no es poco. Que salgan, pues, los medios de comunicación, los dueños de las tierras, los policías y militares y los que creen en el “modelo” a comprar la soga con la que quieren ahorcarlos. Lenin, que sabía de estas cosas, lo predijo así. Y lo hizo así.