A pesar de la compra de votos legalizada a última hora con la repartición de auxilios para millones de pobres, más sustanciosos que el llamado Ingreso Solidario en Colombia, Bolsonaro no aseguró la reelección, y por estrecho margen electoral Lula resucitó, después que el aparato judicial controlado por la ultraderecha lo mantuvo 580 días en la cárcel, acusado de corrupción en el caso Lava Jato.
“La elección de Lula, además de un alivio para la maltrecha democracia brasilera, ha llevado a especulaciones sobre el renacer del progresismo latinoamericano. Con Brasil sumarán once los países de la región con mandatarios que se identifican como de izquierda y seis de los más grandes. Sin embargo, el optimismo que ha suscitado la derrota de la derecha en las urnas debe sopesarse frente a la coyuntura dramáticamente distinta en la que los gobiernos actuales deben operar en comparación con la “ola rosada” de inicios del siglo 21, así como las diferencias significativas que existen entre ellos”, escribe Arlene Tickner, en El Espectador.
Fuera del bloque del izquierdismo a la "antigua" representado por Cuba, Nicaragua y Venezuela, en el que el control del Estado es mayor sobre la economía, las fuerzas armadas y todas las instituciones, la izquierda de Lula es más moderada y conciliadora, al igual que en Colombia y Chile, donde se aliaron con partidos de centro, y es de esperar, qué con su experiencia, sepa atenuar la oposición mayoritaria en el Congreso.
Sin embargo, a diferencia de hace 20 años, cuando el alto precio internacional del petróleo, cobre, soya y los llamados commodities permitió a los gobiernos progresistas impulsar grandes obras y programas sociales jalonados por la bonanza petrolera venezolana irrigada en toda la región por Chávez, la actual crisis económica mundial desencadenada por el covid, la guerra de Ucrania, la depreciación de las monedas con relación al dólar, la inflación más recesión (estanflación) se ciernen como un nubarrón contra sus expectativas de impulsar a gran escala reformas que profundicen la democracia, incrementen la producción agropecuaria e industrial, combatan el cambio climático, conserven y recuperen recursos naturales, hagan transición energética y mejoren sustancialmente las condiciones de vida de los millones de marginados que habitan en sus países.
Para Petro y Boric, el triunfo de Lula es positivo en todos los aspectos y en el caso de Colombia, abre la posibilidad de llegar a acuerdos para agenciar políticas comunes en la preservación del Amazonas afectada por la depredación incrementada en los gobiernos de Duque y Bolsonaro, potenciar el comercio y reforzar la cooperación en diferentes áreas.
Integrados con Surinam, Ecuador, Perú, Bolivia, con quienes comparten la amazonia, en condiciones más favorables podrán negociar con potencias europeas y los Estados Unidos, los bonos ambientales que garanticen miles de millones de dólares a cambio de preservación de selva.
También gestionar acuerdos comerciales y proyectos comunes y a nivel internacional podrán impulsar el enfoque regulatorio de la lucha contra las drogas, -cuyo tráfico por la frontera afecta con la violencia y diversas formas de criminalidad organizada al Brasil, Venezuela, Ecuador y Perú-, hasta ahora afectados por el prohibicionismo a ultranza, sobre todo en lo relacionado con los derivados de la coca y su procesamiento controlado por poderosas mafias internacionales en complicidad con políticos, autoridades, empresarios y banqueros que se benefician del lavado de dineros.
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