Lo que va de Petro a Chirac, y de Uribe a Le Pen

Lo que va de Petro a Chirac, y de Uribe a Le Pen

El singular escenario que supusieron las elecciones presidenciales de 2002 en Francia, puede aportarnos algunas reflexiones de cara a la segunda vuelta presidencial

Por: Daniel Díaz F.
junio 13, 2018
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Lo que va de Petro a Chirac, y de Uribe a Le Pen
Foto: Las2orillas / David Scull / Colprensa / AFP

Para los comicios presidenciales de 2002 en Francia, los sondeos mostraban que Jacques Chirac (derecha tradicional, moderada) y Lionel Jospin (socialista) sacándose estrecho margen, liderarían las votaciones e irían a una segunda vuelta. Tenía sentido: después de todo, Chirac presidía, desde 1995, la presidencia del país y Jospin era, desde 1997, Primer Ministro. Por ello, y aunque sus gestiones eran blanco de múltiples acusaciones y reparos ciudadanos, ante el augurio de la victoria, los dos se concentraban en la segunda vuelta y en no dar pasos en falso. La primera vuelta, no obstante, trajo sorpresas: en primer lugar resultó elegido Chirac (19,88%) y en segundo lugar, aventajando ligeramente a Jospin, se cuela el ultraderechista Jean-Marie Le Pen (16.86%). Con ese resultado, Le Pen logró situar por primera vez a la extrema derecha en una segunda vuelta presidencial y se configuraba un escenario electoral inédito hasta entonces: la derecha tradicional contra la extrema derecha.

Le Pen es un fascista desvergonzado: negacionista del holocausto, racista, anti-igualitarista, anti-inmigración e islamófobo. Tanta sería su radicalidad que su propio partido, del que era fundador y presidente honorario, decide expulsarle en 2015.

Así, ante la conmoción y el desconcierto, el tablero político se reorganizó con el propósito de apoyar electoralmente a Chirac: la derecha moderada y el centro se unen bajo las siglas de UMP (Unión por la Mayoría Presidencial) y la izquierda, tradicionalmente presa de la dispersión e incapaz de un proyecto común, hace un llamado a la disciplina republicana y al voto útil por la derecha. Simultáneamente se presentaban multitudinarias concentraciones ciudadanas en las principales ciudades francesas con la intención de, antes que aprobar la gestión de Chirac, rechazar el discurso de racismo e intolerancia que encarnaba Le Pen. Lo de optar por Chirac no dejaba de ser un sapo difícil de tragar: se propuso, por ejemplo, ir a votar con una pinza en la nariz para, simbólicamente, expresar la vergüenza y el disgusto. En días previos a la segunda vuelta se popularizó un cartel sobre Chirac que decía: “vota a un delincuente, no a un fascista”. La intención para todos era clara: frenar el avance de Le Pen y salvaguardar los valores democráticos.

La segunda vuelta otorgó una victoria sin precedentes para Chirac, quien resultó reelecto con el 82,21% de los votos frente a un 17,79% de Le Pen. Una vez conocidos los resultados, Chirac manifestará haber entendido el mensaje de las urnas y ratificará su compromiso con los valores de la República.

Hoy, en Colombia, la segunda vuelta presidencial enfrenta a Gustavo Petro (centroizquierda) con Álvaro Uribe (ultraderecha, rostro real tras el de Iván Duque). Nuestro escenario, aunque no idéntico, sí resulta similar al brevemente reseñado en los párrafos anteriores. Uribe, y no Petro, representa una amenaza real de ruptura democrática y de regreso al pasado: habla por sí solo, por ejemplo, su extenso dossier criminal que no para de crecer (y del cual no podría ocuparme en este texto).

Piénsese que tan solo en el último mes (mayo) y lo que va de éste (junio, 10 días) hemos tenido noticias como: i) Uribe vendió un apartamento en Bogotá a un cuñado del clan Ochoa Vázquez en 1979; ii) la millonaria e irregular contratación que Uribe realizó como director de Aerocivil en la década de los 80 –no las licencias de aterrizaje que, durante ese mismo periodo, concedió a la mafia. Esa es otra historia; iii) 9 cables desclasificados de la Embajada de los Estados Unidos dan cuenta de las preocupaciones de sus diplomáticos por los nexos de Uribe con el narcotráfico y la financiación que recibió a su campaña al senado por parte del Cartel de Medellín en la década de los 90; iv) los “falsos positivos” perpetrados durante la presidencia de Uribe superan las cifras reportadas: serían más de 10 mil; v) José Moncada, alias “Tasmania”, testigo en proceso contra Uribe, sufrió atentado contra su vida a tres semanas de quedar en libertad condicional —no Carlos Areiza, a ese testigo si lo asesinaron, pero fue en abril y esa, también, es otra historia—; vi) la Corte Suprema de Justicia, en proceso que adelanta contra Uribe por manipulación de testigos, concierto para delinquir y otros delitos, tendría en su poder grabaciones que comprometen incontestablemente su responsabilidad y; vii) la Corte Suprema de Justicia, en el marco de una investigación contra Uribe por vínculos con el paramilitarismo, declaró las masacres del Aro, La Granja, San Roque y el homicidio del defensor de derechos humanos Jesús María Valle, como delitos de lesa humanidad. Insisto, ¡todo ello se registró en menos de 45 días!

En este contexto, propongo al lector que, por un momento, pensemos que Petro es Chirac y Uribe es Le Pen (naturalmente, lo segundo se aceptará con mayor facilidad que lo primero). Con ello en mente, le propongo replicar el ejercicio francés de hacer un frente común, más allá de ideologías, para, votando por Petro, preservar los principios democráticos del Estado. O, acaso, ¿son, en su conjunto, más relevantes las prevenciones u objeciones que se pueden tener sobre Petro, que el peligro real que significaría la retoma del poder por parte de Uribe y de toda la sarta de corrupción que se ha cobijado en el paraguas de Iván Duque para segunda vuelta? En suma, amigo lector, le propongo votar por Petro el 17 de junio —con la nariz tapada, si lo desea—. Traicione sus principios para, justamente, salvaguardarlos.

Adenda:

- Apoyo a Gustavo Petro desde primera vuelta (desde muchísimo antes, inclusive). Es el verdadero rostro del cambio.

- En 2011, el ya expresidente Chirac fue condenado por malversación de fondos públicos (contratación ficticia durante su alcaldía en París en los años 90).

- Las informaciones que se indican sobre Uribe pueden, en su orden, corroborarse en los siguientes enlaces:

i. El apartamento de soltero. (Cuestión Publica).

ii. Las otras licencias de Uribe. (Yohir Akerman, El Espectador).

iii. “Narcopols”: Medellin Cartel “financed” senate campaign of Former President Álvaro Uribe, Colombian Senators Told U.S. Embassy (National Security Archive); Cables contain claims former Colombian leader is tied to drug traffickers (Nicholas Casey, NYT); Los cables de “The New York Times” (Semana); Habla el periodista de NYT que escribió el artículo sobre Uribe (Semana); The New York Times habla de presuntos vínculos de Álvaro Uribe con narcos (Caracol Radio); Narcopolíticos (Yohir Akerman, El Espectador); La narcopolítica de Escobar, según el FBI (VerdadAbierta).

iv. Colombian army killed thousands more civilians than reported, study claims. (Joe Parkin, The Guardian).

v. El seguro de vida (Daniel Coronell, Semana); Otro testigo contra Uribe, alias Tasmania, salió en libertad provisional y recibe ataque de sicarios (Gonzalo Guillén, La Nueva Prensa); Similitudes en el asesinato de testigos que han hablado contra Álvaro Uribe o sus cercanos (El Espectador).

vi. Corte y confección (Yohir Akerman, El Espectador); Presidente de la Corte Suprema de Justicia investiga a Álvaro Uribe Vélez por “concierto para delinquir, homicidio y otros” (Gonzálo Guillen, La Nueva Prensa); “El que la hace, la paga” (Daniel Coronell, Semana); Otra vez los presos… y Uribe (Cecilia Orozco, El Espectador).

vii. Declaran de lesa humanidad masacres del Aro y La Granja y el homicidio de Jesús María Valle (El Espectador); En caso contra Uribe, declaran de lesa humanidad tres masacres (El Tiempo); Álvaro Uribe pidió a su abogado que retire solicitud de anular procesos en su contra (El Espectador).

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