El pasado domingo primero de julio fue elegido como presidente de México Andrés Manuel López Obrador, un político de la izquierda moderada, muy cercana a la corriente Progresista de Petro, que hizo dos intentos anteriores por llegar a la presidencia del país "manito" y quien es más conocido entre sus seguidores como AMLO. De 64 años de edad, López Obrador fue jefe de gobierno de la capital mexicana y es reconocido como un político de amplia experiencia. El politólogo y escritor arrasó a sus contendores en 31 de los 32 estados de la Unión Azteca, con excepción de Guanajuato, constituyéndose en unas elecciones históricas en la que participaron más de 42 millones de mexicanos.
Haciendo gala de su tenacidad y experiencia política, le ganó a sus contrincantes Ricardo Anaya Cortés, el joven candidato del Partido Acción Nacional (PAN) y José Antonio Meade, veterano candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a quienes venció en franca lid, disipando los miedos de los mexicanos, los mismos temores que le tocó enfrentar a Gustavo Petro durante su campaña a la presidencia de Colombia, llamándose a sí mismo "Ni Trump ni Chávez, un producto hecho en México", para convencer a sus compatriotas de que votaran por él y no por sus contradictores.
Y es que, al parecer, la extrema derecha latinoamericana está utilizando los mismos argumentos falaces para atemorizar a los electores frente a los candidatos de izquierda: la ideología de género que destruiría a la familia tradicional compuesta por un padre y una madre, la imposición del "castrochavismo" y la consiguiente "venezolanización" de los países de la región como consecuencia de la pauperización de la economía regional y nacional, afectándose el desarrollo socio-económico de estos países al sur del Río Grande.
En su discurso programático planteó su preocupación por las desigualdades sociales y la pobreza, demandó una mayor presencia del Estado en la economía para fortalecer el mercado interno, desechó las fórmulas políticas y económicas impuesta desde afuera —en especial, las provenientes del gran país del norte—, prometió una política fiscal responsable, el control de la deuda externa y un ahorro en el gasto público, recortando un tercio de la alta burocracia, con lo que logró hacer realidad el lema de su campaña política "A la tercera va la vencida".