La política fue concebida como una herramienta de contribución al desarrollo y evolución de los pueblos, no como un ejercicio vulgar de compra de conciencias, como sucede al interior del Estado colombiano, en el que abunda la carencia de ideas y propuestas trascendentes.
En este país que ha soportado décadas de violencia repensar la política y su fin propuesto no es un acto urgente sino necesario, sobre todo cuando en su nombre se han cometido aberrantes crímenes.
La sociedad quiere cambios, los ciudadanos quieren cambios, pero ¿qué hacen estos para conseguirlos? La renovación tendrá su origen a partir de ese instante en que el ciudadano reconozca el valor de su rol dentro de la sociedad; menospreciar la política es desechar el poder que radica en la ciudadanía como piedra angular de la sociedad y el Estado.
La evolución política y social no obedece a eventos espontáneos o de mesías exponentes de teorías revolucionarias; por el contrario, es un proceso de adopción de consciencia colectiva, alimentada por el conocimiento, la voluntad y el accionar hacia un fin propuesto, que se traduce en el bienestar general.
De nada sirve quejarse de la realidad del país, de las prácticas corruptas de los políticos, de la ineficiencia en la prestación en los servicios públicos, del acceso limitado e ineficiente a los servicios de salud, si son solo expresiones estériles, gracias a la escasa actitud y compromiso con la vida en comunidad.
Colombia requiere una metamorfosis a partir de la evolución de la estructura de pensamiento de cada uno. Nos hace falta soñar, visionar, gestar un país en el que las personas no agonicen esperando un servicio de salud, los niños no mueran por desnutrición, los procesos electorales no sean un festín de candidatos corruptos, la juventud no crezca perdida en el vicio, la justicia sea pronta, real y efectiva, donde el ciudadano sea partícipe de su propio desarrollo y el de la sociedad, y no un convidado de piedra en el direccionamiento del Estado.
Lograr ese cambio anhelado parte de lo fundamental, y como fundamental me refiero a conductas tan sencillas, pero tan significativas que cuando se suman te llevan a un gran resultado, por ejemplo, si usted es de los que le gusta tirar la basura en el espacio público, exíjase, pónganse como tarea evitar hacerlo, y así sucesivamente hasta que quede grabado en su mente.
Cuando ya lo haya conquistado, deténgase a cambiar otro tipo de actitud que pueda afrentar el interés general. Este ejercicio tan básico despertará en usted el sentido de pertenencia por la ciudad, por el país, ubicándolo en querer ejercer una contribución activa mediante los medios de participación ciudadana de los cuales nos dotó la Constitución Política.
Necesariamente, usted querrá desplegar el poder de decisión a través del voto de manera libre y con la conciencia plena, luego lo conducirá a desear enriquecer el conocimiento en los asuntos de naturaleza pública como herramienta de cambio, para en últimas querer poner en práctica los valores democráticos que deberían ser la regla, nunca la excepción.
En síntesis, todo ello se traduce en un empoderamiento del individuo al interior de la sociedad y, por supuesto, será pieza fundamental en la renovación del ejercicio de la política y la elección de nuestros gobernantes.
¡Hay que ser el cambio que queremos ver en Colombia!