Si no hay reconciliación, no hay paz. Si no hay paz, no hay nada. Así lo creo. He acumulado años repitiendo la palabra paz. Al punto de ser consciente de que esta, o mejor, su significado, y lo que implica alcanzarla, es, de por sí, una actividad de alto riesgo de nunca acabar.
No voy a entrar a relatarles lo que me ha ocurrido por cuenta de mi terquedad por la paz. Epítetos para dar y convidar. Querido lector, he sido objeto y destinatario de todos. Pero eso ha sido lo de menos. ¿Atentados? Cuántos quiere. Tuvieron lugar en Colombia y en el exterior. Llegará el momento en el que se conocerá mi cuento. Entre tanto sigo acumulando experiencias vinculadas a circunstancias nacionales de naturaleza violenta; atento a noticias atroces y a episodios que se habrían podido evitar. Es que eso de buscar la paz nacional es una lucha sin cuartel.
Peor, más peligroso hacer la paz que hacer la guerra. Más fácil enfrentar el covid-19. Menos doloroso. Menos sufrido. Porque hay cosas que ocurren con el amigo, con el desconocido, o que les acontece a ellos, a propósito de la guerra y la paz; o que les sucede a conocidos que tuvieron la llave en la mano para hacer la guerra o la paz y que de alguna manera fueron advertidos sobre lo que podría suceder o les podría acontecer de no obrar inteligentemente, y no creyeron. Ahora, la sumatoria de incredulidades, de malos cálculos; de pensar que como persona macha, arrojada, osada, que podía entonces saltar más que el venado, o que creía que el poder lo era todo, termina finalmente con la prueba en la mano de que “no hay pita que no reviente ni plazo que no se venza”.
No se crea que no me dolió lo acontecido al expresidente Álvaro Uribe. Conmigo, fue atento. Hasta tuvo especiales deferencias. Pude ponerlo al tanto de lo que se conversaba en La Habana. Le informé sobre lo que se iba acordando, le expliqué con lujo de detalles en qué consistía la justicia restaurativa y el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Le describí la JEP. Le pedí que se sumara a la paz; que fuera a La Habana. Dos invitaciones a conversar le formuló Rodrigo Londoño, antes Timochenko. En la primera le pidió el entonces comandante de las Farc que viajara a Cuba. En la segunda le insinuó que escogiera el sitio. Los textos de la correspondientes misivas se encuentran el Google. Uribe se negó. Tengo muy presente que el expresidente-senador me solicitó que le explicara al Centro Democrático, en uno de sus foros ideológicos, más precisamente el 17 de diciembre de 2015, los entresijos del SIVJRNR. El hipervínculo trae una foto que produjo mucha gracia entre los asistentes y que está al comienzo de esta columna. Así es la vida. Sentí que había cumplido. No me arrepiento.
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Este nuevo capítulo del andar colombiano no es el fin del mundo, sino un nuevo camino para quien tiene la obligación, así esté hoy recluido, de aportar soluciones
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Cada día trae su propia ecuación. Ya veremos cómo se resuelve este nuevo capítulo del andar colombiano. Espero que sea un aporte a la solución nacional en el entendido de que no es el fin del mundo sino un nuevo camino para quien tiene la obligación, así esté hoy recluido, de aportar soluciones. Si así lo quiere. Es que es en el peor de los momentos en que se espera lo más.
Como consecuencia de todo lo que viene aconteciendo, al revés de lo que muchos advierten, saldrá fortalecida la Jurisdicción Especial para la Paz, la Comisión de la Verdad, los derechos de las víctimas y la Unidad de Búsqueda de Desparecidos. Y que sea el momento para aproximarnos a la paz con el ELN y otras agrupaciones que buscan ser atendidas por el Estado como parte actora del conflicto pues ya es hora de reconciliarnos. Ese mi empeño. Diálogo y reconciliación, igual paz.