Desde hace semanas ha venido surgiendo el rumor de una posible y definitiva mesa de diálogo entre el Gobierno y la oposición venezolana.
Poco a poco, los principales actores del conflicto han venido confirmando la información y planteando su participación. Sin embargo, aun es poco lo que se sabe.
Uno de los preacuerdos que ha exigido el grupo mediador, encabezado por el Reino de Noruega, es mantener la discreción para que las interpretaciones políticas del hecho no contaminen el ambiente.
Por ello, apenas se saben algunas cosas y otras no.
1.- ¿Cuándo?
Todos los actores políticos han asegurado que el diálogo se llevará a cabo en agosto.
Este mes es clave porque es cuando deben escogerse de manera definitiva los candidatos que llevarán los partidos a las megaelecciones que se realizarán en noviembre.
Entretanto, para el 8 de agosto están convocadas las primarias en el partido de gobierno, unas internas que serán abiertas a todo el padrón electoral. Con ello, la tolda busca tener candidatos legitimados no solo por su base sino por toda la población electoral.
La oposición, en cambio, aún no ha definido sus formas internas para decidir candidato y ni siquiera se se sabe si participarán todas las corrientes de esa parcialidad política.
Según este escenario, puede especularse que a la oposición le convenga que el diálogo y los acuerdos se den prontamente para tratar de conseguir mejores condiciones electorales en las negociaciones.
Mientras que, por el contrario, la postergación de los encuentros favorecería al Gobierno, que podría sentarse a dialogar cuando ya tenga sus candidatos escogidos y en campaña. En esta jugada, la oposición tendría toda la presión interna de sus líderes regionales, que quieren participar y exigen conseguir resultados concretos, para después escoger un método que permita presentarse con candidatos unitarios.
Por todo ello, puede ser cierto lo que dejan colar algunos medios sobre la fecha hipotética: entre el 10 y el 20 de agosto.
2.- ¿Dónde?
Hasta el momento, lo que todos los actores políticos dan por sentado es que las negociaciones se efectuarán en México, lo que de por sí puede resultar extraño porque el presidente de ese país, Andrés Manuel López Obrador, fue uno de los pocos en el continente americano que no reconoció el interinato del exdiputado opositor Juan Guaidó.
Además, López Obrador incluso invitó al mandatario venezolano para su toma de posesión. De hecho, en esa ocasión fue que se vio la última foto de Maduro con algún presidente de peso en el concierto internacional.
Por ese gesto, la oposición descalificó al presidente mexicano, lo insultó de diferentes maneras y rápidamente lo colocó en su 'eje del mal' imaginario. Entonces, ¿por qué aceptar una negociación en ese país que de antemano no parece neutral?
La única respuesta posible es la debilidad con la que va la oposición a las negociaciones, que se ha visto derrotada en todos los escenarios que ha planteado, como el golpe militar, la invasión extranjera y el Tribunal de La Haya.
Lo que no se sabe es dónde específicamente se llevará a cabo la negociación, si será en la capital o en algún otro punto de encuentro. Dicha información, igual que la fecha exacta, aún no se ha develado.
3.- ¿Quiénes van y quiénes no?
Maduro ha confirmado la participación del oficialismo en el encuentro. Por parte de la oposición se podría prever que, salvo casos extremos como el de la ultraderechista María Corina Machado, el resto debería acudir.
Esto puede concluirse una vez que Leopoldo López, el líder de Voluntad Popular –el partido radical de derecha donde milita Juan Guaidó–, ha confirmado su asistencia, lo que indica un giro importante en su discurso debido a que el político sostenía, hasta hace poco, que Maduro era un "narcoterrorista" que "solo saldría por la fuerza". Además, su principal demanda era la renuncia presidencial, lo que presuponía que no deseaba una negociación sino la capitulación del chavismo.
Por esto último, cabe la incógnita sobre qué lo ha llevado a admitir en esta ocasión la necesidad de dialogar.
La respuesta vuelve a ser la misma. La única razón del sector opositor para sentarse a negociar es la situación terminal que vive el proyecto de interinato de Guaidó.
La respuesta vuelve a ser la misma. La única razón de este sector para sentarse a negociar es la situación terminal que vive el proyecto de interinato de Guaidó.
El resto de corrientes opositoras debe asistir a la cita.
Por ejemplo, es lógico que acuda la corriente del excandidato presidencial Henrique Capriles, debido a que lleva bastante tiempo negociando con el gobierno.
Así mismo, del resto de partidos del G4, como Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, deberían participar porque son fuerzas electorales con poder en territorios que podrían perder si no asisten a las elecciones regionales.
Otra corriente, denominada "la mesita" (muy disminuida después de las parlamentarias) también podría ir, aunque el resto de la oposición no la acepte pues la consideran aliada de Maduro. Su participación estaría por verse.
3.-¿Cuáles demandas se van a negociar?
El gobierno ha hecho demandas claras: el fin de sanciones y el reconocimiento de las instituciones y las autoridades que han tratado de ser deslegitimadas por el discurso de la oposición.
Por su parte, la oposición presenta dos variantes en las demandas.
Unas maximalistas, que piden establecer la fecha de las próximas elecciones presidenciales y legislativas, y que resultan prácticamente utópicas porque no hay nada que indique que el gobierno tiene tanta debilidad como para aceptar algo parecido.
Según la Constitución venezolana, las próximas presidenciales serán en 2024 y las parlamentarias en 2025.
La otra variante podría considerarse de peticiones minimalistas, como exigir condiciones básicas para participar de mejor manera en la megaeleciones de noviembre.
En los últimos años, en Venezuela se han intervenido partidos, se han inhabilitado candidatos y se ha cambiado el lugar donde deben votar los electores, por lo que volver a la normalidad implica desandar este camino.
Y de hecho, el Gobierno ya lo ha venido haciendo. En las negociaciones con Capriles, el oficialismo ha eliminado los protectorados (una suerte de gobernaciones paralelas en los territorios donde gana la oposición), ha nombrado a una directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) mucho más equilibrada que las anteriores, donde incluso tienen cabida sectores radicales, y ha permitido la vuelta de actores en el exilio que se han decidido lanzar a cargos de elección. También ha liberado a políticos encarcelados.
En la distinción entre esas dos variantes de exigencias opositoras puede observarse de mejor manera la división interna, ya que devela dos estrategias que terminan difiriendo de manera importante.
4.- ¿Habrá resultados?
Después de varios intentos fallidos de negociación, el de México parece tener algunas condiciones favorables: no hay tantos dardos internacionales por parte del funcionariado republicano estadounidense y las elecciones regionales son un elemento de presión interno para los partidos de oposición.
Por todo ello, hay más chance de que se logre un acuerdo y que la normalización política este más cerca de ocurrir. Sin embargo, cualquier cosa puede pasar.
Esperaremos.
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