A tres días de la posesión de Gustavo Petro como el presidente número 96 desde 1810, elegido democráticamente por amplio margen, se escuchan y se leen comentarios en las redes sociales que, francamente, preocupan.
La ultraderecha está llamando a salir a protestar el 7 de agosto por medidas del nuevo gobierno que aún no han sido confirmadas.
Algunos también insinúan la posibilidad de un golpe militar previo o simultáneo a la ceremonia de posesión.
Yo me pregunto, “en serio, los privilegiados creen que saldrían victoriosos en una revolución que muy probablemente se generaría al negar, importunar, desacatar el mandato legítimo del pueblo colombiano?”
No creo que el ruido de sables convertido en contaminación acústica alimente ese 43% de colombianos con hambre. Solo daría continuidad a la guerra fratricida entre soldados y policías que ponen el pecho por los demás y los jóvenes y familias en situación de miseria.
El momento histórico, lamentable por las estadísticas y la dolorosa realidad del país, no se puede modificar haciéndole zancadilla a la ley y a la democracia. La única ruta viable hacia el futuro reposa en el sacrificio que no los buenos sino los de buenas debemos hacer para no continuar en el retroceso al que nos han llevado los últimos gobiernos desde hace 73 años.
De continuar esa oposición en su empeño y preferencias inmorales y de empeñarse en no contribuir al equilibrio y a la reconstrucción de un país en paz veremos una clase privilegiada viviendo en un lugar parecido a Weston, Florida (de no contar con pasaporte portugués) donde, muy posiblemente sean rechazados por los cubanos de la Álvaro Uribe Way por ponerlos en evidencia de su costoso error al apoyar el embargo a Cuba y no buscar la democracia por otras vías que le hubieran hecho menos dolorosa la vida a los que quedaron en la isla.
Tenemos por delante el mayor reto de “SÍ SE PUEDE” y ojalá todos los colombianos y venezolanos que hoy residimos en el país nos responsabilicemos del desafío individual que tenemos para construir y no destruir.