"¿Cómo saber qué era verdad y qué era mentira en aquello?" (George Orwell, 1984).
Este escrito solo es una premisa (no es una hipótesis), es decir, es un punto de partida que me servirá para reflexionar por medio de un a priori sobre el supuesto editorial del diario The Washington Post titulado O muere el capitalismo salvaje, o muere la civilización humana. Con ello intento referenciar el porqué de la acogida que tuvo el documento en las redes sociales y el amplio apoyo que tuvieron las ideas allí expresadas. Considero que los argumentos que allí se expresaron tenían una clara correspondencia con la realidad actual, independiente de quien lo haya escrito o publicado. Que fuese editorial del The Washington Post debió ser lo de menos, pues lo más importante fue que los lectores hicieron suyo el texto (aunque para muchos racionalistas no sea así). Por lo tanto, aquí intentaré analizar por qué tuvo una recepción tan entusiasta.
En los diversos medios digitales y televisivos en Colombia durante un par de días, y cuya cresta se desplegó el domingo 5 de marzo, se informaba de la traducción del editorial del periódico en mención. El documento, reproducido por el portal Diariolalibertad.com, aseguraba en su encabezado que había sido publicado originalmente en inglés el 25 de marzo de 2020 y traducido por Desmond Brown. Mientras escribo estas líneas, la publicación ya cuenta con 167.376 visualizaciones y 18.000 likes. Luego de unas horas de haber sido compartido, se supo que el mencionado escrito nunca había sido publicado por el famoso diario estadounidense. El editorial que este medio sí había publicado el 25 de marzo se titulaba Will our democracy still work with coronavirus [¿Nuestra democracia seguirá funcionando con coronavirus?]. Lo único que tienen en común los dos escritos es que mencionan la crisis generada por el coronavirus, pero el publicado por The Washington Post no realiza ninguna crítica al sistema capitalista.
El publicitado escrito fue compartido y publicado en los estados de WhatsApp, en los muros de Facebook y tuvo miles de retweets en Twitter. El escrito apócrifo se volvió viral, generó un gran tsunami de comentarios entre los internautas en los llamados ecosistemas-digitales, entre otras cosas, gobernado por el imperio de la megustacracia, la nueva administración de las emociones. En ese sentido, lo interesante del escrito es el nivel de afección/afectación que produjo en los miles de lectores. Estas afecciones irrumpieron en los individuos bajo un efecto de “shock” generando una movilización en los espacios virtuales.
¿Por qué varios medios de comunicación, columnistas, políticos y ciudadanos hacían referencia a este documento? Creo que este escrito estaba referenciando una realidad latente en el presente, de allí que muchas personas lo compartieran vorazmente. Incluso fue comentado por Mauricio Gómez en el noticiero de Caracol Televisión, con una presentación que fue todo un alegato contra el sistema capitalista. Mientras Gómez leía el escrito, la escena iba acompañada de imágenes que contrastaban la ostentación y el lujo con la miseria y la precariedad del mundo actual, y con titulares como “la nueva pandemia le ha quitado maquillaje hipócrita a la civilización” y “editorial dice que Trump destruyó sistema de salud”; produciendo nuevamente, pero ya en televisión, el efecto “shock” que también produjo en las redes sociales, bajo una serie de relaciones lógicas con la realidad presente. Todo un escrito devenido imagen.
Lo que nos muestra el ahora célebre documento (cuya falsedad solo reside en su procedencia, pero en ningún momento en su contenido), es la realidad de la crisis por la que está pasando gran parte del sistema sanitario de los países que en él se referencian: Estados Unidos, Italia, España. Por supuesto, esta crisis tampoco es ajena a los sistemas sanitarios en otros países, donde está afectando a millones de personas, pues los aprietos que padece el sistema de salud en gran parte del planeta, son una muestra representativa de la privatización de la vida y la muerte. Con crisis-viral o sin ella, eso es innegable.
Evidencia además que, en las últimas crisis económicas del sistema capitalista, ha sido la población/individuos quien ha asumido las crisis, frente a la impávida mirada de los Estados y los empresarios: sector financiero, industrial creándose una nueva gran fábrica y forma de vida: la de hombres y mujeres endeudados, como nuevo mecanismo de dominación y explotación (Lazzarato, 2013).
Pero hay algo más que el documento deja en evidencia, y es que, de acuerdo al lugar o el sujeto de enunciación, lo que se dice adquiere legitimidad y se le otorga mayor veracidad. Los miles de lectores y reproductores del artículo lograron generar una clara copertenencia entre la crisis-viral y la supuesta desnudez —digo supuesta porque quizás sea su faceta habitual desde el siglo XIX— del sistema capitalista en el presente; debido a que la sola referencia del periódico The Washington Post, funcionó como significante flotante (Žižek, 2003), llenado a su vez por la potencia del desplazamiento o movimiento del escrito entre los internautas.
El problema no debería residir en si fue publicado o no por el Washington Post, o si la identificación del emisor-escritor es incierta, sino en la potencia que han tenido las frases escritas para hacernos reflexionar sobre lo que la crisis actual está develando y sobre el futuro que le espera al actual sistema político-económico mundial. Sin embargo, ahora muchos pretenden minimizar el contenido del escrito porque no fue producido por The Washington Post, como si lo enunciado en dicho documento no tuviera una correspondencia con la realidad en el presente.
Restarle legitimidad al documento, por falsear su procedencia, es igual a tomar por verdadera una afirmación, solo porque que es emitida por un medio de comunicación de gran circulación. Convengamos en que la correspondencia de la realidad y la verdad en el presente es exteriorizada y su efecto es de acuerdo al lugar de enunciación y, además, quien lo enuncia. Por ejemplo, The Washington Post, y otros importantes medios, en sus editoriales apoyaron, unos más que otros, la invasión a Irak en el 2003. De modo que, la correspondencia de la realidad designada por estos medios era de que el gobierno de dicho país tenía armas de destrucción masiva.
Es evidente que quienes escribieron y publicaron el documento le inventaron otro origen para alcanzar mayor difusión, y de paso nos demostraron que solo aceptamos información de aquellos sistemas de semiotización (Guattari, 2013) que regulan con sus narrativas la realidad, la verdad y el tiempo, en este caso, los medios de comunicación hegemónicos. En ese sentido, la potencia de este escrito es su aprehensión del presente generando un asalto en los imaginarios simbólicos compartidos por unos individuos. Dicho de otro modo, este escrito, habita en una formación discursiva (Foucault, 2018, 167), de allí la recepción que tuvo.