Lo que revela el baile de la primera ministra de Finlandia

Lo que revela el baile de la primera ministra de Finlandia

Luego de la fiesta a la que asistió la primera ministra de Finlandia y que para muchos resultó polémica, las acusaciones y declaraciones demuestran algo revelador

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agosto 24, 2022
Lo que revela el baile de la primera ministra de Finlandia

Pocas personas se habrán librado estos últimos días de ver (voluntaria o involuntariamente) a la primera ministra de Finlandia echándose unos bailes con sus amistades en una fiesta privada este verano. Tampoco habrá escapado nadie a la noticia de que, tras esto, Sanna Marin ha tenido que someterse a un test de detección de drogas o que miles de mujeres finlandesas se han solidarizado con ella publicando en redes vídeos bailando y bebiendo para defenderla de las críticas.

A pesar de lo que pueda parecer, este suceso no es en absoluto baladí y nos permitiría abrir infinidad de debates de lo más interesantes, de hecho ya lo está haciendo. Podríamos hablar de si existe el derecho a la intimidad cuando alguien ostenta un cargo público de tal relevancia, y si, por tanto, es lícito difundir imágenes de carácter privado de quienes se dedican a la política incluso cuando éstas no tienen trascendencia ética, legal o de otra índole (yo digo no, todo el mundo tiene derecho a la intimidad, pero esto daría para otro artículo); podríamos debatir sobre si un jefe o jefa de gobierno puede o debe permitirse salir de fiesta y divertirse con sus amistades en su tiempo libre como haría cualquier persona de a pie, o esto constituye una falta de respeto al cargo que ocupa y por tanto a la ciudadanía que representa (yo digo sí a salir y perrear mientras esto no afecte a tu trabajo, vamos, como hacemos todos y todas; más aún, me inspira cierta desconfianza la gente que no demuestra ninguna voluntad de ser un poco feliz y disfrutar mínimamente de la vida, pero esto también daría para otro artículo); incluso podríamos denunciar el hecho de que la agenda mediática se vuelque en cuestiones bastante triviales cuando nos encontramos en plena crisis geopolítica, energética y económica. Todos son debates complejos y legítimos.

Pero en mi opinión, antes de abordar ninguno de ellos es fundamental entender por qué estamos comentando incansablemente una fiesta a 4.000km de aquí a la que nadie nos ha invitado. Y es que esa es la clave: la fiesta adquiere tal relevancia porque Sanna Marin no es solo primera ministra de Finlandia, es también mujer y joven.

A pesar de lo que muchos opinan, creo que es evidente que la identidad de la primera ministra sí importa, y hay dos hechos que avalan esto. El primero de ellos es que Marin no es la primera responsable institucional a quien vemos de fiesta, tampoco la más cercana, pero la reacción de la opinión pública y los debates abiertos en torno a ella distan mucho de los que escuchamos cuando los protagonistas son hombres (¿o no le pareció a todo el mundo de lo más entrañable aquel vídeo de Mariano Rajoy, entonces presidente del gobierno, dándolo todo en una boda en Murcia al ritmo de "Mi gran noche"?). Incluso cuando estas actitudes podían de verdad interferir en el trabajo institucional de dichos hombres (recordemos a ese expolítico, sonrosado, los ojitos bien abiertos, la mandíbula desencajada y visiblemente excitado durante un directo en una noche electoral) o sus vínculos con el mundo del, llamémoslo "ocio ilegal", eran más que evidentes (ay, ese paseíto en yate) no se ha generado ninguna crisis comunicativa internacional, y mucho menos se han visto obligados a someterse a un test de drogas. El segundo de estos avales a mi teoría es que hace mucho que podrían haberse escrito columnas, hilos de Twitter y demases en torno a Sanna Marin y su forma de gobernar, ya fuera para alabar sus políticas públicas y de protección social, o para cuestionar la deriva de las medidas y discursos sobre migración que tienen las socialdemocracias nórdicas. También podríamos haber comentado largo y tendido lo preocupante que es el consenso político en estos países en torno al ingreso en la OTAN y la necesidad de "defenderse" en una hipotética guerra cada vez más palpable (sí, hay quienes argumentan que precisamente todo esto no es más que una cortina de humo para tapar desde casos de corrupción de la derecha española hasta el ingreso en la OTAN de Finlandia, pero, en fin, yo soy partidaria de la explicación más sencilla, que en casos como este conduce siempre de manera irrevocable a la misma conclusión: es el patriarcado, amigo).

Sanna Marin es primera ministra, mujer y joven. Y las mujeres, especialmente cuando escapan del único rol asumible socialmente para una dirigente (señora sobriamente vestida, más bien mayor aunque no en exceso, bien peinada y bastante enfurruñada), deben ganarse cada día la legitimidad para ejercer el poder, mientras que a los hombres esta capacidad se les presupone.

Las mujeres no solo tienen que superar la segregación horizontal y la vertical para acceder a puestos de poder institucional, sino que una vez en ellos, deben sobrevivir al acoso (personal) sistemático al que son sometidas cotidianamente.

Cualquier paso en falso, cualquier actitud que se desvíe mínimamente de lo que se espera de una mujer poderosa, servirá para confirmar que en realidad no daba la talla y será la excusa para atacarla, no como política, sino como mujer (tenemos buenos ejemplos de esto aquí en casa, no hace falta irse hasta Finlandia). Porque a las mujeres políticas, antes que sus posturas ideológicas, antes que sus medidas y planes, se les critica su ser y su estar. Y esta lógica solo se romperá con más mujeres poderosas que transgredan y hagan mil pedazos los roles en los que las quieran incrustar. Las mujeres en cargos institucionales hasta arriba, y el perreo, hasta abajo.

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