¿Qué es ser libre realmente? Hay una frase que dice “nadie es libre, incluso los pájaros están encadenados al cielo”. Solo nos queda soñar. Dormidos o despiertos, adentro o afuera, hay veces todo parece ser lo mismo, en este punto a que nos aferramos ¿cuál es el sentido de nuestra existencia?
Miles de esperanzas, sueños e inquietudes rondan a diario en nuestras vidas, en nuestra constante búsqueda y proyección de una imperiosa libertad, en nuestra necesidad de escapar y romper con lo establecido, en nuestro mismo deseo de decidir y poder realizar nuestra existencia, desde esa incertidumbre e impotencia humana que nos acalla y que luego termina manifestándose en un grito de rebeldía; de rebeldía cuestionadora que nace desde lo más profundo de nuestros instintos y es llevada a extremos a través de nuestras acciones, lenguaje y todo aquello que gira en torno a nuestro ser.
En este punto el hombre nace, piensa, es una persona, un ser único e irrepetible y se le es otorgada la “libertad” de elegir y decidir, mientras vive y se hace en un mundo que no ha elegido. De este modo, el hombre está condenado a ser libre, porque en el mundo en donde somos, las cosas no tienen ninguna opción de ser otra cosa que ellas mismas.
Siguiendo los párrafos anteriores: la transgresión, rebeldía y espíritu libertario es lo que ha buscado expresarse a través del rock; aquel fenómeno musical que nació hace ya varias décadas atrás y ha hecho de estos conceptos su principal filosofía e imagen a lo largo de estos años. La rebeldía es la norma, el espíritu libertario su concepción ética y la trasgresión la ley o aquel medio a través del cual expandir la creatividad y en general poder trascender musical, artística y socialmente.
Fuera de la manipulación e imposiciones industriales y comerciales, y a diferencia del pop, el rock ha buscado posicionarse como un modo de vida por medio del cual, desde una fuerte actitud y corazón, ha tenido como ideal generar un gran impacto, no solo como aquella simple industria del entretenimiento, sino también al buscar derribar ciertas barreras políticas, religiosas, filosóficas y económicas; esto con el fin de ayudar a tener una mejor comprensión de la vida, situaciones cotidianas y en especial a una comprensión de la juventud del momento.
En este punto la transgresión, rebeldía, agresividad y la inexorable búsqueda de libertad se hace inherente tanto al ser humano como al fenómeno de rock. Inherente porque es algo esencial y permanente en un ser o una cosa, o porque simplemente no se puede separar de él por formar parte de su naturaleza y a su vez no depender de algo externo.
El rockero es por lo general un romántico, un ser en el cual prima el sentimiento, la intuición y la importancia de una vida crepuscular, inconsciente, por lo que la naturaleza se hace presente en él; un alma que ama lo desmesurado y quiere estar siempre en el límite de sus posibilidades y en el desesperado esfuerzo de experimentar lo que está más allá del límite y lo infinito. Se hastía del pequeño mundo cotidiano, del límite y de la norma y siempre está desesperado por el anhelo de lo infinito, de lo inmortal.
Al ser un romántico, lo convierte a su vez en un ser de voluntad de poder, concepto el cual Nietzsche describe como el motor de vivir aquello que hace que un hombre intente siempre superarse a sí mismo, mejorarse en todas sus facetas. No tiene en cuenta lo que piensen o digan de él, de este modo, se enfrenta a la vida y asume la realidad, al mismo tiempo que crece y se hace como un hombre que repudia la debilidad y la esclavitud.
“Lo propio del hombre es ser consciente de sí mismo en el propio acto de ser consciente de los demás”. Desde un pensamiento romántico la frase anterior confiere a la idea “all-one” o “alone” espíritu solitario, nuestra verdadera identidad, la cual está conformada por pequeños universos o mónadas que contienen la totalidad. En cuanto a ello, quién se conoce a sí mismo conoce al universo y a los dioses.
Es en la intuición y la creatividad donde yace la verdadera esencia de las cosas, el espíritu de la música y todo lo que se hace, claro está que no hay que dejar de lado la razón, si no hallar un equilibrio entre la razón y la intuición. La intuición musical y la creatividad podrían asociarse a la curiosidad y la experimentación. Lo cual podría describirse como un pedazo de dios que se halla oculto en el interior de cada ser y le da el poder para crear o siempre querer ir más allá, y siempre dejarse llevar por lo que se hace en el mismo modo en que las cosas van fluyendo de a poco y desde la pasión o la emoción misma que produce hacerlo.
A partir del siglo XX todo empieza a decaer en muchos sentidos, musicalmente, filosóficamente, socialmente. Esto se debe a que la razón busca prevalecer por encima de cualquier otra cosa; grandes tiempos de guerra se desatan, las máquinas y los grandes avances de la tecnología e industria han empezado a suplir al hombre y su mente, y el sistema capitalista y sociedad de consumo, a dominar el mundo. Las fuertes luchas de poder se intensifican, hay fuertes contrastes sociales, esto hace que la desigualdad se haga mayor. El hombre empieza a consumirse en la nada, pero no por el hecho de ser nada, sino en su interminable búsqueda y ambición de poseerlo todo. Lo cual le hace luchar por algo que nunca será o difícilmente tendrá.
Libertad, rebeldía, trasgresión, quizás la única razón por la que deberíamos hacerlo es porque eso nos impulsa a mantenernos firmes y fuertes en cada uno de esos días de lucha que ha de imponernos la vida misma.